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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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pie derecho.<br />

"Ho, agarrando la matriz contra su pecho, fue al pie de las montañas de Qu, donde lloró durante tres<br />

días y tres noches, y cuando se quedó sin lágrimas, lloró sangre. El rey, al oírlo, envió a uno de sus<br />

hombres a interrogarlo: "Mucha gente tiene amputados <strong>los</strong> pies, ¿por qué lloras tan amargamente<br />

por eso?", preguntó el hombre.<br />

En este punto, su padre se enderezó y dijo:<br />

−Conozco su respuesta, la conozco de memoria. El Maestro Ho dijo: "No lloro porque me hayan<br />

cortado <strong>los</strong> pies. Lloro porque consideran una simple piedra a una joya preciosa, y un hombre<br />

íntegro es tratado como un estafador. Por eso lloro".<br />

−Ésas son las palabras que dijo −continuó la aparición−. Entonces el rey ordenó al joyero que<br />

cortara y puliera la matriz, y cuando terminó de hacerlo emergió una joya preciosa. Y fue llamada<br />

"El Jade del Maestro Ho". Han Fei−tzu, has sido un buen hijo−del−corazón, así que sé que harás lo<br />

que el rey hizo al final: harás que se corte y se pula la matriz, y también tú encontrarás una joya<br />

preciosa en el interior.<br />

El hombre sacudió la cabeza.<br />

−Cuando el verdadero Han Fei−tzu contó esta historia por primera vez, la interpretó para que<br />

significara lo siguiente: el jade era la regla de la ley, y el gobernante debe hacer y seguir una<br />

política establecida para que sus ministros y su pueblo no se odien entre sí ni se aprovechen unos de<br />

otros.<br />

−Es así como interpreté la historia entonces, cuando hablaba de quienes hacen la ley. Es tonto quien<br />

piensa que una historia verdadera puede significar sólo una cosa.<br />

−¡Mi señor no es tonto! −Para sorpresa de Qing−jao, Wang−mu avanzaba hacia la aparición−. ¡Ni<br />

lo es mi señora, ni lo soy yo! ¿Crees que no te reconocemos? Eres el programa secreto de<br />

Demóstenes. ¡Eres el que escondió a la Flota Lusitania! ¡Una vez pensé que porque tus escritos<br />

parecían tan justos y sinceros y buenos y ciertos tú debías de ser bueno, pero ahora veo que eres un<br />

mentiroso y un estafador! ¡Tú eres quien dio esos documentos al padre de Keikoa! ¡Y ahora llevas<br />

el rostro del antepasado de mi amo para poder mentirle mejor!<br />

−Llevo este rostro −replicó la aparición tranquilamente−, para que su corazón se abra para escuchar<br />

la verdad. No lo he engañado; no intentaría hacerlo. Él supo quién era desde el principio.<br />

−Tranquilízate, Wang−mu −dijo Qing−jao.<br />

¿Cómo podía una criada olvidar su posición y hablar cuando un agraciado no le había dado la<br />

palabra?<br />

Avergonzada, Wang−mu inclinó la cabeza hasta el suelo ante Qing−jao, y esta vez Qing−jao la dejó<br />

quedarse en esa postura, para que no volviera a olvidarlo.<br />

La aparición cambió de forma y se convirtió en la cara hermosa de una mujer polinesia. También la<br />

voz cambió: suave, llena de vocales, las consonantes tan ligeras que casi parecían perdidas.

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