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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Por favor −susurró−. Quiero marcharme.<br />

−Eu também −dijo Miro.<br />

Ender avanzó un solo paso hacia la reina colmena, extendió una mano. Ella no extendió <strong>los</strong> brazos,<br />

pues <strong>los</strong> estaba utilizando para meter al último de sus sacrificios en la cámara de <strong>los</strong> huevos. En<br />

cambio, la reina alzó un ala, la giró, la acercó a Ender hasta que por fin su mano se posó sobre la<br />

negra superficie irisada.<br />

"¡No la toques! −gritó Valentine en silencio−. ¡Te capturará! ¡Quiere domarte!"<br />

−Calla −ordenó Ender en voz alta.<br />

Valentine no estuvo segura de si él hablaba en respuesta a sus gritos silenciosos o si intentaba<br />

acallar algo que la reina colmena decía sólo para él. No importaba. Momentos después, Ender<br />

agarró el dedo de un insector y <strong>los</strong> guió de nuevo por el oscuro túnel. Esta vez hizo que Valentine<br />

fuera en segundo lugar, Miro en el tercero, dejando a Plikt para el final. Así que fue Plikt quien<br />

dirigió la última mirada hacia la reina colmena; fue Plikt quien alzó la mano en señal de despedida.<br />

Todo el camino de regreso a la superficie, Valentine se debatió para encontrar sentido a lo que<br />

había sucedido. Siempre había pensado que si la gente pudiera comunicarse mentalmente,<br />

eliminando todas las ambigüedades del lenguaje, entonces la comprensión sería perfecta y no habría<br />

más conflictos innecesarios. En<br />

cambio, había descubierto que en vez de ampliar las diferencias entre la gente, el lenguaje también<br />

podía suavizarlas con la misma facilidad, minimizarlas, de forma que las personas podían llevarse<br />

bien aunque en realidad no se comprendieran. La ilusión de comprensión permitía que la gente<br />

creyera que eran más parecidos que lo que realmente eran. Tal vez el lenguaje les convenía más.<br />

Salieron arrastrándose del edificio, parpadeando ante la luz, riéndose aliviados.<br />

−No tiene gracia −dijo Ender−. Pero tú insististe, Val. Tenías que verla inmediatamente.<br />

−Así que soy una idiota −contestó Valentine−. Vaya noticia.<br />

−Fue maravil<strong>los</strong>o −suspiró Plikt.<br />

Miro tan sólo se tendió de espaldas en el capim y se cubrió <strong>los</strong> ojos con el brazo.<br />

Valentine lo observó allí tendido y vio un atisbo del hombre que había sido, del cuerpo que tuvo.<br />

Allí tumbado no se tambaleaba; callado, no había interrupciones en su habla. No era extraño que su<br />

compañera xenóloga se hubiera enamorado de él. Ouanda. Fue trágico descubrir que compartían el<br />

mismo padre. Eso fue lo peor<br />

que Ender reveló cuando habló en nombre del muerto en Lusitania, hacía treinta años. Éste era el<br />

hombre que Ouanda había perdido; el propio Miro lo había perdido también. No era extraño que se<br />

hubiera arriesgado a morir cruzando la verja para ayudar a <strong>los</strong> cerdis. Tras perder a su amada,<br />

consideró que su vida carecía de sentido. Su único pesar era no haber muerto después de todo.<br />

Había seguido viviendo, tan maltratado por fuera como por dentro. ¿Por qué pensaba todas estas<br />

cosas al mirarlo? ¿Por qué de repente le pareció tan real? ¿Era porque él pensaba así en este<br />

momento? ¿Estaba Valentine capturando una imagen de sí mismo? ¿Había alguna conexión entre

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