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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Han Fei−tzu, mi dulce hombre vacío, hay una época, cuando el gobernante está solo y sin amigos,<br />

en que únicamente él puede actuar. Entonces debe ser sincero y darse a conocer. Sabes lo que es<br />

cierto y lo que no lo es. Sabes que el mensaje de Keikoa era verdaderamente suyo. Sabes que<br />

quienes gobiernan en nombre del Congreso Estelar son lo bastante crueles para crear una raza de<br />

personas que, gracias a sus dones, sean gobernantes, y luego les cortan <strong>los</strong> pies para humillar<strong>los</strong> y<br />

convertir<strong>los</strong> en sirvientes, como ministros perpetuos.<br />

−No me muestres su cara −pidió Han Fei−tzu.<br />

La aparición cambió. Se convirtió en otra mujer, una mujer de una época antigua, según su vestido,<br />

su pelo y su maquillaje, <strong>los</strong> ojos maravil<strong>los</strong>amente sabios, la expresión sin edad. No habló. Cantó:<br />

en un sueño claro<br />

del último año<br />

vinieron de mil millas<br />

ciudad nublada<br />

arroyos serpenteantes<br />

hielo en <strong>los</strong> estanques<br />

durante un instante<br />

vi a mi amiga<br />

Han Fei−tzu inclinó la cabeza y lloró.<br />

Qing−jao se sorprendió al principio; luego su corazón se llenó de furia. Qué desvergonzadamente<br />

manipulaba este programa a su padre; qué doloroso era que resultara tan débil ante sus obvias tretas.<br />

Esta canción de Li Qing−jao era una de las más tristes y trataba de amantes separados. Su padre<br />

debió de conocer y amar <strong>los</strong> poemas de Li Qing−jao o no la habría elegido para ser la<br />

antepasada−del−corazón de su primera hija. Seguramente esta canción era una que cantó a su<br />

amada Keikoa antes de que se la arrebataran. "¡En claro sueño vi a mi amiga, ciertamente!"<br />

−No me engañas −espetó Qing−jao fríamente−. Sé que estoy ante nuestro peor enemigo.<br />

La cara imaginaria de la poetisa Li Qing−jao la observó con frialdad.<br />

−Tu peor enemigo es el que te hace tirarte al suelo como una criada para que malgastes la mitad de<br />

tu vida en rituales sin sentido. Esto que os sucede es por culpa de hombres y de mujeres cuyo único<br />

deseo es esclavizaros. Han tenido tanto éxito que os sentís orgul<strong>los</strong>os de vuestra esclavitud.<br />

−Soy esclava de <strong>los</strong> dioses. Y me alegro de ello.<br />

−Una esclava que se alegra es una esclava de todas formas.<br />

La aparición se volvió a mirar a Wang−mu, cuya cabeza estaba aún apoyada en el suelo.<br />

Sólo entonces se dio cuenta Qing−jao que todavía no había aceptado las disculpas de Wang−mu.<br />

−Levántate, Wang−mu −susurró.<br />

Pero Wang−mu no alzó la cabeza.

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