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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−¿Hasta que tú lo digas, o hasta que lo diga el Portavoz de <strong>los</strong> Muertos? −preguntó Grego,<br />

descaradamente.<br />

−Soy la xenobióloga jefe −contestó Novinha−. La decisión es sólo mía. ¿Comprendido?<br />

Esperó a que todos asintieran. Lo hicieron.<br />

Novinha se levantó. La reunión había terminado. Quara y Grego se marcharon casi de inmediato.<br />

Novinha dio a Ender un beso en la mejilla y luego lo condujo, junto con Ela, fuera de su oficina.<br />

Ender se quedó en el laboratorio para hablar con Ela.<br />

−¿Es posible esparcir tu virus sustituto por toda la población de todas las especies nativas de<br />

Lusitania?<br />

−No lo sé −dijo Ela−. Eso es menos problemático que cómo conseguir que llegue a cada célula de<br />

un organismo individual con rapidez suficiente para que la descolada no pueda adaptarse o escapar.<br />

Tendré que crear una especie de virus transportador, y probablemente tendré que modelarlo a partir<br />

de la propia descolada. La descolada es el único parásito que conozco que invade un anfitrión tan<br />

rápida y concienzudamente como necesito para el virus transportador. Irónico: aprenderé a sustituir<br />

la descolada copiando las técnicas del propio virus.<br />

−No es irónico −dijo Ender−. Es la manera en que funciona el mundo. Alguien me dijo que el único<br />

maestro válido es tu propio enemigo.<br />

−Entonces, Quara y Grego deben de estar proporcionándose doctorados mutuamente.<br />

−Su enfrentamiento es sano. Nos obliga a sopesar cada aspecto de lo que estamos haciendo.<br />

−Dejará de ser sano si uno de el<strong>los</strong> decide llevar el asunto fuera de la familia.<br />

−Esta familia no cuenta sus cosas a <strong>los</strong> extraños −aseguró Ender−. Yo debería saberlo mejor que<br />

nadie.<br />

−Al contrario, Ender. Tú más que nadie deberías saber lo ansiosos que estamos por hablar a un<br />

extraño, cuando pensamos que nuestra necesidad es lo bastante imperiosa para justificarlo.<br />

Ender tuvo que admitir que tenía razón. Cuando llegó a Lusitania, le resultó difícil que Quara,<br />

Grego, Miro, Quim y Olhado confiaran en él lo suficiente para hablarle. Pero Ela le había hablado<br />

desde el principio, al igual que <strong>los</strong> otros hijos de Novinha. Al final, también lo hizo la propia<br />

Novinha. La familia era intensamente leal, pero también testaruda y porfiada, y no había ninguno<br />

que no confiara en su propio juicio por encima del de <strong>los</strong> demás. Grego o Quara, cualquiera de <strong>los</strong><br />

dos, podría decidir que confiárselo a otra persona sería lo mejor para Lusitania, la humanidad o la<br />

ciencia, y la norma del secreto se acabaría, al igual que la norma de la no interferencia con <strong>los</strong><br />

cerdis se quebró antes de que Ender llegara al planeta.<br />

"Qué bien −pensó Ender−. Una posible fuente de desastre más que está completamente fuera de mi<br />

control."<br />

Al salir del laboratorio, Ender deseó, como había hecho muchas veces antes, que Valentine

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