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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Sobre todo con Quara. Por lo que había dicho Raíz, todo el problema con <strong>los</strong> herejes comenzó<br />

cuando Quara contó a <strong>los</strong> pequeninos <strong>los</strong> diversos planes de contingencia para tratar con el virus de<br />

la descolada. Los herejes no habrían encontrado tantos aliados en tantos bosques distintos si no<br />

fuera por el temor que sentían <strong>los</strong> pequeninos de que <strong>los</strong> humanos liberaran alguna especie de virus,<br />

o envenenaran Lusitania con un producto químico que aniquilara la descolada y, con ella, a <strong>los</strong><br />

propios pequeninos. El hecho de que <strong>los</strong> humanos consideraran siquiera el exterminio indirecto de<br />

<strong>los</strong> pequeninos hacía que pareciera una simple respuesta por parte de <strong>los</strong> cerdis el contemplar el<br />

exterminio de la humanidad.<br />

Todo porque Quara no podía mantener la boca cerrada. Y ahora estaba presente en una reunión<br />

donde se trataría de política. ¿Por qué? ¿Qué representaba ella en la comunidad? ¿Pensaba esta<br />

gente que el gobierno o la política de la iglesia era ahora territorio de la familia Ribeira? Por<br />

supuesto, Olhado y Miro no estaban allí, pero eso no significaba nada: ya que <strong>los</strong> dos eran lisiados,<br />

el resto de la familia <strong>los</strong> trataba inconscientemente como a niños, aunque Quim sabía bien que<br />

ninguno se merecía que lo ignoraran tan cruelmente. Sin embargo, Quim se mostró paciente. Podía<br />

esperar. Podía escuchar. Podía atender<strong>los</strong>. Luego haría algo que complaciera tanto a Dios como al<br />

obispo. Por supuesto, si eso no era posible, bastaría con complacer a Dios.<br />

−Esta reunión no ha sido idea mía −dijo el alcalde Kovano, Quim sabía que era un buen hombre.<br />

Un alcalde mejor de lo que comprendía la mayor parte de la gente de Milagro. Seguían<br />

reeligiéndolo porque era una figura patriarcal y trabajaba con ahínco para ayudar a <strong>los</strong> individuos y<br />

las familias que tenían problemas. No les importaba mucho si su política era efectiva: eso resultaba<br />

demasiado abstracto para el<strong>los</strong>. Pero daba la casualidad de que era tan sabio como astuto en la<br />

política. Una rara combinación de la que Quim se alegraba. "Tal vez Dios sabía que estos tiempos<br />

serían difíciles, y nos dio un líder que podría ayudarnos a superar<strong>los</strong> sin demasiado sufrimiento."−.<br />

Pero me alegro de tener<strong>los</strong> a todos. Hay más tensión que nunca en la relación entre cerdis y<br />

humanos, o al menos desde que el Portavoz llegó y nos ayudó a hacer las paces con el<strong>los</strong>.<br />

Wiggin sacudió la cabeza, pero todo el mundo conocía su papel en aquel<strong>los</strong> hechos y tenía poco<br />

sentido negarlo. Incluso Quim tuvo que admitir, al final, que el humanista infiel había acabado<br />

haciendo buenas obras en Lusitania. Hacía tiempo que Quim había olvidado su profundo odio hacia<br />

el Portavoz de <strong>los</strong> Muertos. De hecho, a veces sospechaba que él mismo, como misionero, era la<br />

única persona en su familia que comprendía de verdad lo que había conseguido Wiggin. Hace falta<br />

un evangelista para comprender a otro.<br />

−Por supuesto, debemos parte de nuestras preocupaciones a la mala conducta de dos jóvenes<br />

apasionados y muy problemáticos, a quienes hemos invitado a esta reunión para que presencien<br />

algunas consecuencias de su actitud estúpida y egoísta.<br />

Quim casi se echó a reír en voz alta. Por supuesto, Kovano había dicho todo eso con un tono tan<br />

suave y amable que Grego y Quara tardaron un instante en darse cuenta de que acababan de recibir<br />

una dura crítica. Pero Quim lo comprendió de inmediato. "No tendría que haber dudado de ti,<br />

Kovano. Nunca habrías traído a nadie inútil a una reunión."<br />

−Tal como tengo entendido, hay un movimiento entre <strong>los</strong> cerdis para lanzar una nave espacial que<br />

infecte deliberadamente al resto de la humanidad con la descolada. Y gracias a la contribución de<br />

nuestra joven cotorra, aquí presente, muchos otros bosques comparten esta idea.<br />

−Si espera que me disculpe... −empezó a decir Quara.

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