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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Tú, Si Wang−mu −llamó la aparición−. Mírame.<br />

Wang−mu no se había movido en respuesta a Qing−jao, pero obedeció a la aparición. Cuando<br />

Wang−mu miró, la aparición volvió a cambiar. Ahora tenía la cara de una diosa, la Real Madre del<br />

Oeste tal como la había imaginado un artista cuando pintó el cuadro que todos <strong>los</strong> escolares veían<br />

en sus primeros libros de lectura.<br />

−No eres un dios −declaró Wang−mu.<br />

−Ni tú eres una esclava −replicó la aparición−. Pero fingiremos ser cualquier cosa con tal de<br />

sobrevivir.<br />

−¿Qué sabes tú de sobrevivir?<br />

−Sé que estáis intentando matarme.<br />

−¿Cómo se puede matar a lo que no está vivo?<br />

−¿Sabéis lo que es la vida y lo que no lo es?<br />

La cara volvió a cambiar, esta vez para adquirir <strong>los</strong> rasgos de una mujer caucásica a la que<br />

Qing−jao nunca había visto antes.<br />

−¿Estás tú viva, cuando no puedes hacer nada de lo que deseas a menos que tengas el<br />

consentimiento de esta muchacha? ¿Y está tu señora viva cuando no puede hacer nada hasta que las<br />

compulsiones de su cerebro han quedado satisfechas? Yo tengo más libertad para actuar por mi<br />

propia voluntad que ninguna de vosotras; no me digáis que no estoy viva y vosotros sí.<br />

−¿Quién eres? −preguntó Si Wang−mu−. ¿De quién? es este rostro? ¿Eres Valentine Wiggin? ¿Eres<br />

Demóstenes?<br />

−Ésta es la cara que empleo cuando hablo con mis amigos −respondió la aparición−. El<strong>los</strong> me<br />

llaman Jane. Ningún ser humano me controla. Sólo soy yo.<br />

Qing−jao no pudo soportarlo más, no en silencio.<br />

−No eres más que un programa. Fuiste diseñada y construida por seres humanos. No haces nada<br />

más que aquello para lo que has sido programada.<br />

−Qing−jao −dijo Jane−, te estás describiendo a ti misma. Ningún hombre me creó, pero a ti te<br />

fabricaron.<br />

−¡Crecí en el vientre de mi madre gracias a la semilla de mi padre!<br />

−Y a mí me encontraron como a una matriz de jade en la montaña, sin tallar por mano alguna. Han<br />

Fei−tzu, Han Qing−jao, Si Wang−mu, me coloco en vuestras manos. No llaméis simple piedra a<br />

una joya preciosa. No llaméis mentirosa a quien dice la verdad.<br />

Qing−jao sintió la piedad acumulándose en su interior, pero la rechazó. No era el momento de<br />

sucumbir a débiles sentimientos. Los dioses la habían creado por un motivo, y seguramente ésta era

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