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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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posibilidad de que la nave fuera usada de nuevo para llevar gente de un mundo a otro. Habían<br />

ocupado <strong>los</strong> asientos alternos, así que formaban <strong>los</strong> vértices de un triángulo: Ender, Miro, Ela.<br />

Atrás quedaron las despedidas. Habían acudido amigos y familiares. Sin embargo, una ausencia fue<br />

dolorosa: Novinha. La esposa de Ender, la madre de Miro y Ela. No quería tomar parte en esto. Ése<br />

era el auténtico dolor real de la partida.<br />

El resto era todo miedo y nerviosismo, esperanza e incredulidad. Tal vez la muerte <strong>los</strong> esperaba al<br />

cabo de unos instantes. Tal vez las ampollas que Ela llevaba en el regazo se llenarían en unos<br />

momentos, para liberar dos mundos. Tal vez fueran <strong>los</strong> pioneros de un nuevo tipo de vuelo espacial<br />

que salvaría las especies amenazadas por el Ingenio D.M.<br />

Tal vez no fueran más que tres idiotas sentados en el suelo, en un prado ante la colonia humana de<br />

Lusitania, hasta que por fin hiciera tanto calor en el interior de la nave que tuvieran que salir de ella.<br />

Ninguno de <strong>los</strong> que esperaban fuera se reiría, por supuesto, pero habría carcajadas por toda la<br />

ciudad. Sería la risa de la desesperación. Eso significaría que no había escapatoria, ni libertad, sólo<br />

más y más miedo hasta que llegara la muerte con uno de sus muchos disfraces posibles.<br />

−¿Estás con nosotros, Jane? −preguntó Ender.<br />

La voz en su oído sonó tranquila.<br />

−Mientras esté haciendo esto, Ender, no podré dedicarte ninguna atención.<br />

−Entonces estarás con nosotros, pero muda. ¿Cómo sabré que estás ahí?<br />

Ella se rió suavemente.<br />

−Qué tonto eres, Ender. Si tú estás ahí, yo estaré dentro de ti. Y si no estoy dentro de ti, no tendrás<br />

ningún lugar en el que estar.<br />

Ender se imaginó fragmentándose en un trillón de partes, dispersándose en el caos. La<br />

supervivencia personal dependía no sólo de que Jane mantuviera la pauta de la nave, sino también<br />

de que él pudiera contener la pauta de su mente y su cuerpo. Pero no tenía ni idea de que su mente<br />

fuera lo bastante fuerte como para mantener la pauta cuando estuviera en el lugar donde las leyes de<br />

la naturaleza carecían de vigencia.<br />

−¿Preparados? −preguntó Jane.<br />

−Pregunta si estamos preparados −dijo Ender.<br />

Miro estaba ya asintiendo. Ela inclinó la cabeza. Luego, después de un instante, se persignó, asió<br />

con fuerza la cajita con las ampollas que tenía en el regazo, y asintió también.<br />

−Si vamos y volvemos, Ela −dijo Ender−, entonces no será un fracaso, aunque no crees el virus que<br />

deseas. Si la nave funciona bien, podremos volver otra vez. No pienses que todo depende de lo que<br />

imagines hoy.<br />

Ella sonrió.

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