27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

enemigo tan poderoso que controla nuestro empleo del ansible, entonces debemos alegrarnos! ¡Que<br />

ese enemigo destruya al Congreso! ¡Sólo entonces seremos libres!<br />

−¡No! −gritó Qing−jao−. ¡Son <strong>los</strong> dioses!<br />

−Es un defecto cerebral genético −insistió su padre−. Qing−jao, no somos elegidos por <strong>los</strong> dioses,<br />

somos genios tarados. Nos han tratado como a pájaros enjaulados; nos han arrancado nuestras alas<br />

primarias para que así cantemos para el<strong>los</strong> y nunca podamos escapar volando. −Han Fei−tzu lloraba<br />

ahora, de furia−. No podemos remediar lo que nos han hecho, pero por todos <strong>los</strong> dioses podemos<br />

dejar de recompensar<strong>los</strong> por ello. No alzaré la mano para devolverles la Flota Lusitania. ¡Si esa<br />

Demóstenes puede romper el poder del Congreso, entonces <strong>los</strong> mundos estarán mejor sin él!<br />

−¡Padre, no, por favor, escúchame! −gimió Qing−jao. Apenas podía hablar por la urgencia, por el<br />

terror ante lo que decía su padre−. ¿No lo ves? Nuestra diferencia genética es el disfraz que <strong>los</strong><br />

dioses han dado a sus voces en nuestras vidas. Para que la gente que no pertenece al Sendero siga<br />

siendo libre para no creer. Tú mismo me lo dijiste, hace unos pocos meses..., <strong>los</strong> dioses nunca<br />

actúan excepto bajo disfraz.<br />

Su padre la miró, jadeando.<br />

−Los dioses nos hablan. Y aunque hayan elegido dejar que otras personas piensen que el<strong>los</strong> son <strong>los</strong><br />

causantes, sólo estaban cumpliendo la voluntad de <strong>los</strong> dioses al crearnos.<br />

Han Fei−tzu cerró <strong>los</strong> ojos, apretando entre sus párpados sus últimas lágrimas.<br />

−El Congreso tiene el mandato del cielo, padre −insistió Qing−jao−. Entonces, ¿por qué no querrían<br />

<strong>los</strong> dioses que crearan a un grupo de seres humanos que tengan mentes más despiertas, y que<br />

también oigan sus voces? Padre, ¿cómo puedes dejar que tu mente se nuble tanto para no ver la<br />

mano de <strong>los</strong> dioses en esto?<br />

Su padre sacudió la cabeza.<br />

−No sé. Lo que estás diciendo parece todo lo que he creído en mi vida, pero...<br />

−Pero una mujer a la que amaste hace muchos años te ha dicho otra cosa y la crees porque<br />

recuerdas tu amor por ella. Pero no es una de <strong>los</strong> nuestros, padre, no ha oído la voz de <strong>los</strong> dioses, no<br />

ha...<br />

Qing−jao no pudo seguir hablando, porque su padre la abrazó.<br />

−Tienes razón −asintió−, tienes razón, que <strong>los</strong> dioses me perdonen, tengo que lavarme, estoy tan<br />

sucio, tengo que...<br />

Se levantó tambaleándose de su silla, apartándose de su llorosa hija. Pero sin tener en cuenta lo<br />

apropiado de su acción, por alguna loca razón que sólo ella conocía, Wang−mu se arrojó ante él,<br />

bloqueándole el paso.<br />

−¡No! ¡No te vayas!<br />

−¿Cómo te atreves a detener a un agraciado que necesita purificarse? −rugió Han Fei−tzu; y

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!