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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Probablemente no podría contenerse. Ni siquiera un día.<br />

Las muertes de Pipo y Libo en el pasado ya habían sido graves. Pero el<strong>los</strong> eran científicos que<br />

trabajaban entre <strong>los</strong> cerdis. Con el<strong>los</strong> fue como cuando <strong>los</strong> aviones se estrellan o las naves<br />

espaciales estallan. Si sólo la tripulación estaba a bordo, el público no se preocupaba tanto: a la<br />

tripulación se le pagaba por el riesgo que corría. Este tipo de accidentes sólo causaba miedo y furia<br />

cuando morían civiles. Y en la mente de la gente de Lusitania, Quim era un civil inocente.<br />

No, más que eso: era un hombre santo que llevaba hermandad y beatitud a aquel<strong>los</strong> semianimales<br />

que nada se merecían. Matarlo no fue sólo un acto bestial y cruel, sino también sacrílego.<br />

La gente de Lusitania era tan piadosa como creía el obispo Peregrino. Lo que él olvidaba era la<br />

forma en que la gente piadosa había reaccionado siempre a <strong>los</strong> insultos contra su dios. Peregrino no<br />

recordaba lo suficiente de la historia del cristianismo, pensó Valentine, o quizá simplemente creía<br />

que todas aquellas cosas habían terminado con las cruzadas. Si la catedral era, de hecho, el centro<br />

de la vida en Lusitania, y si la gente sentía devoción por sus sacerdotes, ¿por qué imaginaba<br />

Peregrino que su pena ante el asesinato de un cura se expresaría en un simple servicio de oración?<br />

Si el obispo parecía pensar que la muerte de Quim carecía de importancia, aquello sólo serviría para<br />

aumentar la furia. Estaba añadiendo matices al problema, no resolviéndolo.<br />

Valentine estaba todavía buscando a Grego cuando oyó que las campanas empezaban a doblar. La<br />

llamada a la oración. Sin embargo, ésta no era la hora normal de misa. La gente debía de estar<br />

alzando la cabeza sorprendida, preguntándose, ¿por qué doblan las campanas? Y entonces<br />

recordaban: el padre Esteváo ha muerto. El padre Quim fue asesinado por <strong>los</strong> cerdis. "Oh, sí,<br />

Peregrino,<br />

qué excelente idea, tocar esa campana. Eso ayudará a la gente a pensar que las cosas están<br />

tranquilas y normales.<br />

Líbranos, Señor, de todos <strong>los</strong> hombres sabios."<br />

Miro yacía acurrucado en un doblez de las raíces de Humano. No había dormido mucho la noche<br />

anterior, si es que había llegado a hacerlo, e incluso ahora estaba tendido sin moverse, con <strong>los</strong><br />

pequeninos a su alrededor, golpeando con sus bastones ritmos en <strong>los</strong> troncos de Humano y Raíz.<br />

Miro oía las conversaciones y comprendía la mayor parte, aunque todavía no dominaba la lengua de<br />

<strong>los</strong> padres, porque <strong>los</strong> hermanos no hacían ningún esfuerzo por ocultarle sus agitadas<br />

conversaciones. Él era Miro, después de todo. Confiaban en él. No estaba mal que se diera cuenta<br />

de lo furiosos y asustados que estaban.<br />

El padre−árbol llamado Guerrero había matado a un humano. Y no a uno cualquiera: su tribu y él<br />

habían asesinado al padre Esteváo, el ser humano más amado de todos después del propio Portavoz<br />

de <strong>los</strong> Muertos. Era inenarrable. ¿Qué deberían hacer? Habían prometido al Portavoz no entablar<br />

nunca más la guerra, ¿pero cómo si no podrían castigar a la tribu de Guerrero y mostrar a <strong>los</strong><br />

humanos que <strong>los</strong> pequeninos repudiaban su pernicioso acto? La guerra era la única respuesta, y<br />

todos <strong>los</strong> hermanos de cada tribu atacarían el bosque de Guerrero y talarían sus árboles excepto<br />

aquel<strong>los</strong> que habían discutido contra el plan de Guerrero. ¿Y su árbol−madre? Ése era el debate que<br />

todavía continuaba: discutían si bastaría con matar a todos <strong>los</strong> hermanos y padres−árbol implicados<br />

en el bosque de Guerrero, o talar también el árbol−madre, para que no hubiera oportunidad de que<br />

ninguna semilla de Guerrero volviera a enraizar en el mundo. Dejarían vivo a Guerrero el tiempo<br />

suficiente para ver la destrucción de su tribu, y luego lo quemarían, la más terrible de todas las<br />

ejecuciones, y la única ocasión en que <strong>los</strong> pequeninos usaban el fuego dentro de un bosque.

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