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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Su rostro apareció ahora en la pantalla, una cara en sombras atravesada por <strong>los</strong> rayos filóticos.<br />

−No digamos tonterías −le conminó Ender−. Nada de lo que sucede es probable hasta que existe, y<br />

entonces es seguro. Tú existes.<br />

−Sea lo que sea yo −dijo Jane.<br />

−Ahora mismo creemos que eres una entidad consciente de que existe, porque te hemos visto actuar<br />

de una forma que hemos aprendido a asociar con el libre albedrío. Tenemos exactamente tantas<br />

pruebas de que eres una inteligencia libre como las tenemos de que lo seamos nosotros. Si resulta<br />

que no lo eres, tendremos que cuestionarnos qué somos entonces. Ahora mismo, nuestra hipótesis<br />

es que nuestra identidad individual, lo que nos crea, es el filote que está en el centro de nuestro<br />

enlace. Si tenemos razón, entonces hay motivos para razonar que tú puedas tener uno también, y en<br />

ese caso debemos encontrar dónde está. Ya sabes que <strong>los</strong> filotes no son fáciles de encontrar. Nunca<br />

hemos detectado uno. Sólo suponemos que existen porque hemos visto evidencias del rayo filótico,<br />

que se comporta como si tuviera dos extremos con una localización concreta en el espacio. No<br />

sabemos dónde estás tú o a qué estás conectada.<br />

−Si ella es como nosotros, como <strong>los</strong> seres humanos −intervino Miro−, entonces sus conexiones<br />

pueden cambiar y dividirse. Como cuando esa muchedumbre se formó en torno a Grego. He<br />

hablado con él acerca de lo que sintió. Como si toda esa gente formara parte de su cuerpo. Y cuando<br />

se separaron y se fueron cada uno por su lado, sintió como si lo hubieran sometido a una<br />

amputación. Creo que fue un enlace filótico. Creo que esas personas se conectaron realmente con él<br />

durante un momento, que realmente estuvieron parcialmente bajo su control, que formaron parte de<br />

su esencia. De modo que tal vez Jane sea así, todos esos programas de ordenador entrelazados con<br />

ella, y ella misma conectada a quienquiera que tenga ese tipo de relación. Tal vez a ti, Andrew. Tal<br />

vez a mí. O a parte de cada uno.<br />

−Pero ¿dónde está? −dijo Ender−. Si tiene de verdad un filote..., no, si es de verdad un filote,<br />

entonces debe de tener un emplazamiento específico, y si pudiéramos encontrarlo, tal vez<br />

lograríamos mantener vivas las conexiones aunque todos <strong>los</strong> ordenadores sean desconectados de<br />

ella. Tal vez esté en nuestras manos impedir su muerte.<br />

−No sé. Podría estar en cualquier parte −dudó Miro.<br />

Hizo un gesto hacia la pantalla. Se refería a cualquier lugar en el espacio. Cualquier lugar en el<br />

universo. Y allí en la pantalla estaba la cabeza de Jane, con <strong>los</strong> rayos filóticos atravesándola.<br />

−Para averiguar dónde está, tenemos que encontrar cómo y dónde comenzó −aseguró Ender−. Si es<br />

realmente un filote, fue conectada de algún modo, en alguna parte.<br />

−Un detective siguiendo una pista de tres mil años −rió Jane−. Será divertido veros hacer todo esto<br />

en <strong>los</strong> próximos meses.<br />

Ender la ignoró.<br />

−Y si vamos a hacer esto, en primer lugar debemos averiguar cómo funcionan <strong>los</strong> filotes.<br />

−El físico es Grego −declaró Miro.

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