27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Qué se puede hacer. De regreso a casa, mientras su vehículo flotaba sobre el capim, Ender volaba<br />

también, jubi<strong>los</strong>o de saber que algo era posible después de todo, cuando hasta ahora no había<br />

sentido más que desesperación. Sin embargo, al volver a casa, al ver el bosque calcinado, <strong>los</strong> dos<br />

solitarios padres−árbol con sus ramas verdes, la granja experimental, la nueva choza con la sala<br />

estéril donde Plantador estaba agonizando, advirtió cuánto había todavía que perder, cuánto tendría<br />

todavía que morir, aunque ahora hubieran descubierto un medio para que Jane se salvara.<br />

Era el final del día. Han Fei−tzu estaba exhausto, <strong>los</strong> ojos le dolían de tanto leer. Había ajustado una<br />

docena de veces <strong>los</strong> colores de la pantalla del ordenador, intentando descansar, pero no sirvió de<br />

nada. La última vez que había trabajado con tanta intensidad fue en sus tiempos de estudiante, y<br />

entonces era joven.<br />

Entonces, además, encontró resultados. "Era más rápido, más capaz. Podía recompensarme<br />

consiguiendo algo. Ahora soy viejo y lento, trabajo en temas nuevos para mí y puede que estos<br />

problemas no tengan solución. Así que no hay recompensa que me anime. Sólo el agotamiento. El<br />

dolor en la base del cuello, la sensación de cansancio e hinchazón en <strong>los</strong> ojos."<br />

Miró a Wang−mu, acurrucada en el suelo a su lado. Lo intentaba con tesón, pero, su educación<br />

había empezado demasiado recientemente para nue pudiera seguir la mayoría de <strong>los</strong> documentos<br />

que pasaban por la pantalla del ordenador mientras él buscaba algún marco conceptual para el viaje<br />

más rápido que la luz. Por fin, el cansancio había triunfado sobre su voluntad; estaba segura de que<br />

era inútil, porque no podía comprender lo suficiente para hacer preguntas siquiera. Así que se rindió<br />

y se quedó dormida.<br />

"Pero no eres inútil, Si Wang−mu. Incluso en tu perplejidad me ayudas. Una mente brillante para la<br />

que todas las cosas son nuevas. Como tener mi propia juventud perdida agarrada del brazo. Como<br />

era Qing−jao de pequeña, antes de que la piedad y el orgullo la reclamaran."<br />

No era justo. No era justo juzgar a su propia hija de aquella forma. ¿No se había sentido<br />

absolutamente satisfecho de ella hasta las últimas semanas? ¿Orgul<strong>los</strong>o de ella más allá de toda<br />

razón? La mejor y más hábil de <strong>los</strong> agraciados, todo aquello por lo que su padre había trabajado,<br />

todo lo que su madre había esperado.<br />

Ésa era la parte que le dolía. Hasta hacía unas cuantas semanas, se sentía orgul<strong>los</strong>ísimo de haber<br />

cumplido su juramento a Jiang−qing. No fue cosa fácil educar a su hija tan piadosamente para que<br />

nunca tuviera un período de duda o de rebelión contra <strong>los</strong> dioses. Cierto, había otros niños igual de<br />

piadosos, pero su piedad se conseguía aveces a expensas de su educación. Han Fei−tzu había dejado<br />

que Qing−jao lo aprendiera todo, y luego había tenido la destreza de hacerle comprender que todo<br />

encajaba con su fe en <strong>los</strong> dioses.<br />

Ahora recogía su propia siembra. Le había dado una visión del mundo que conservaba tan<br />

perfectamente su fe que ahora, cuando había descubierto que las "voces" de <strong>los</strong> dioses no eran más<br />

que las cadenas genéticas con las que <strong>los</strong> había lastrado el Congreso, nada podía convencerla. Si<br />

Jiang−ging hubiera vivido, Fei−tzu sin duda habría entrado en conflicto con ella por su pérdida de<br />

fe. En su ausencia, había educado tan bien a su hija que Qing−jao podía adoptar a la perfección el<br />

punto de vista de su madre.<br />

"Jiang−ging también me habría abandonado −pensó Han Fei−tzu−. Aunque no fuera viudo, hoy me

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!