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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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noche −dijo Kovano.<br />

−Gracias por invitarme −contestó Valentine−. Pero ya pueden ver que, como predije, no he servido<br />

de gran cosa.<br />

Se levantó de la silla, con el cuerpo dolorido por haber permanecido tanto tiempo en aquella postura<br />

imposible. No se había inclinado hacia delante. Tampoco lo hizo ahora, cuando el obispo extendió<br />

la mano para que se la besara. En cambio, Valentine la estrechó fuertemente; luego repitió la<br />

operación con el alcalde. Como a iguales. Como a extraños.<br />

Salió de la habitación, ardiendo interiormente. Les había advertido y les había indicado lo que<br />

deberían hacer. Pero como la mayoría de <strong>los</strong> líderes que jamás se habían enfrentado con una crisis<br />

auténtica, no creían que esta noche se pudiera producir nada distinto a las otras noches. La gente<br />

sólo cree de verdad en lo que ha visto antes. Después de esta noche, Kovano creerá en toques de<br />

queda y cierres en momentos de tensión pública. Pero para entonces será demasiado tarde. Para<br />

entonces estarán contando las bajas.<br />

¿Cuántas tumbas se cavarían junto a la de Quim? ¿Y de quién serían <strong>los</strong> cadáveres que reposarían<br />

en ellas?<br />

Aunque Valentine era allí una extraña y conocía a pocas personas, no podía aceptar la revuelta<br />

como inevitable. Sólo había otra esperanza. Hablaría con Grego. Intentaría persuadirle de la<br />

seriedad de lo que estaba sucediendo. Si él iba de bar en bar esa noche, aconsejando paciencia,<br />

hablando con calma, entonces <strong>los</strong> disturbios se podrían atajar. Sólo él tenía la posibilidad de<br />

hacerlo. El<strong>los</strong> lo conocían. Era el hermano de Quim. Sus palabras <strong>los</strong> habían enfurecido la noche<br />

anterior. Ahora podrían escucharlo para que la revuelta fuera contenida, impedida, canalizada.<br />

Tenía que encontrar a Grego.<br />

Si Ender estuviera allí... Ella era historiadora. Era Ender quien había conducido a <strong>los</strong> hombres a la<br />

batalla. Bueno, en realidad a niños. Había conducido a niños. Pero era lo mismo: él sabría qué<br />

hacer. "¿Por qué no está aquí ahora? ¿Por qué queda este asunto en mis manos? No tengo estómago<br />

para la violencia y la confrontación. Nunca lo he tenido." Para eso nació Ender, un tercer hijo<br />

concebido a instancias del gobierno en una era en que no se permitía a <strong>los</strong> padres más que dos hijos<br />

sin sufrir devastadores sanciones legales: porque Peter fue demasiado sañudo, y ella, Valentine,<br />

demasiado mansa.<br />

Ender habría convencido al alcalde y al obispo para que actuara con sensatez. Y si no hubiera<br />

podido hacerlo, habría sabido cómo ir a la ciudad a calmar <strong>los</strong> ánimos, a mantener<strong>los</strong> bajo control.<br />

Sin embargo, aunque deseaba que Ender estuviera allí, sabía que ni siquiera él podría controlar lo<br />

que iba a suceder aquella noche. Tal vez lo que ella había sugerido ni siquiera sería suficiente.<br />

Había basado sus conclusiones sobre lo que sucedería en todo lo que había visto y leído en muchos<br />

mundos diferentes en muchas épocas distintas. La conflagración de la noche anterior se extendería<br />

muchísimo más aquella noche. Pero ahora Valentine empezaba a comprender que las cosas podrían<br />

ser mucho peores de lo que había supuesto en un principio. La gente de Lusitania había vivido sin<br />

expresar su miedo en un mundo extraño durante demasiado tiempo. Todas las otras colonias<br />

humanas se habían extendido inmediatamente, tomando posesión de sus mundos, apropiándose<strong>los</strong><br />

en cuestión de unas pocas generaciones. Los humanos de Lusitania todavía vivían en una pequeña<br />

reserva, virtualmente en un zoo donde terribles criaturas parecidas a cerdos <strong>los</strong> contemplaban a<br />

través de <strong>los</strong> barrotes. No se podía calcular lo que se había acumulado en el interior de esta gente.

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