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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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trabajo que se había hecho en muchos otros mundos, pero resultaba más difícil de realizar por la<br />

necesidad de no competir con demasiada intensidad con las especies locales de las que dependían<br />

<strong>los</strong> pequeninos. Jakt estaba allí arriba, trabajando para todos el<strong>los</strong>: era una buena justificación para<br />

su ausencia, pero Valentine todavía lo echaba de menos. De hecho, lo necesitaba con todas sus<br />

fuerzas, pues las creaciones de Ender la habían dejado hecha un lío. Miro no era ningún sustituto<br />

para su marido, sobre todo porque su nuevo cuerpo era un brusco recordatorio de lo que había<br />

sucedido en el Exterior.<br />

"Si yo viajara allá afuera, ¿qué crearía? Dudo que trajera de vuelta a una persona, porque temo que<br />

no hay ninguna alma en la raíz de mi psique. Ni siquiera la mía propia. ¿Qué otra cosa ha sido mi<br />

apasionado estudio de la historia, sino una búsqueda de la humanidad? Otros la encuentran<br />

escudriñando en sus propios corazones. Sólo las almas perdidas necesitan buscarla fuera de sí<br />

mismas."<br />

−La fila casi ha terminado −susurró Miro.<br />

Entonces el servicio empezaría pronto.<br />

−¿Dispuesto a purgar tus pecados? −susurró Valentine.<br />

−Como explicó el obispo, sólo purgaré <strong>los</strong> pecados de este nuevo cuerpo. Todavía tengo que<br />

confesar y cumplir penitencia por <strong>los</strong> pecados que cometí con el antiguo. Por supuesto, no fueron<br />

posibles muchos pecados carnales, pero hay bastantes de envidia, rencor, malicia y autocompasión.<br />

Y estoy intentando decidir si también tengo que confesar un suicidio. Cuando mi antiguo cuerpo se<br />

desmoronó para convertirse en nada, estaba respondiendo al deseo de mi corazón.<br />

−Nunca tendrías que haber recuperado la voz −dijo Valentine−. Ahora farfullas sólo por oírte hablar<br />

tan bien.<br />

Él sonrió y le palmeó el brazo.<br />

El obispo empezó la ceremonia con una oración, dando gracias a Dios por todo lo que se había<br />

conseguido en <strong>los</strong> últimos meses. Omitió la creación de <strong>los</strong> dos nuevos ciudadanos de Lusitania,<br />

aunque la curación de Miro fue colocada definitivamente del lado de Dios. Hizo que Miro avanzara<br />

y lo bautizó casi de inmediato, y luego, como no se trataba de una misa, pasó acto seguido a su<br />

homilía.<br />

−La piedad del Señor tiene un alcance infinito −declaró el obispo−. Sólo podemos esperar que<br />

quiera concedernos más de lo que nos merecemos, y que nos perdone por nuestros terribles pecados<br />

individuales y colectivos. Sólo podemos esperar que, como Nínive, que se salvó de la destrucción<br />

gracias al arrepentimiento, podamos convencer a nuestro Señor para que nos salve de la flota que ha<br />

permitido que venga a castigarnos.<br />

−¿Envió la flota antes de que quemáramos el bosque? −susurró Miro, bajito, de forma que sólo<br />

Valentine pudiera oírlo.<br />

−Tal vez el Señor sólo cuenta el momento de llegada, no la partida −sugirió Valentine.<br />

Sin embargo, lamentó de inmediato su ligereza. Se encontraban en un acto solemne: aunque ella no<br />

fuera católica practicante, sabía que cuando una comunidad aceptaba la responsabilidad por el mal

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