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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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demás hablaron de Qing−jao con piedad y desprecio..., y yo también he sentido lo mismo hacia ella.<br />

Sin embargo, ¿no actúa Qing−jao con nobleza y yo con cicatería? Traicioné a mi señora. Ha sido<br />

leal a su gobierno y a sus dioses, que son reales para ella, aunque yo no sea creyente. ¿Cómo puedo<br />

distinguir a la gente buena de la mala, si la mala tiene una forma de convencerse a sí misma de que<br />

intentan hacer el bien aunque cometan algo terrible, y la buena puede creer que están haciendo algo<br />

muy malo aunque intenten hacer algo bueno? Tal vez sólo puedes hacer el bien si crees que eres<br />

malo, y si piensas que eres bueno, entonces sólo puedes hacer el mal."<br />

Pero la paradoja superaba su capacidad. El mundo no tendría sentido si hubiera que juzgar a la<br />

gente por lo opuesto de lo que intentaban parecer. ¿No era posible que una buena persona intentara<br />

también parecer buena? Y sólo porque alguien declarara ser escoria no significaba que no lo fuera.<br />

¿Había algún modo de juzgar a la gente, si no se la puede juzgar ni siquiera por sus propósitos?<br />

¿Había algún modo de que Wang−mu se juzgara siquiera a sí misma?<br />

"La mitad de las veces ni siquiera sé el propósito de lo que hago. Vine a esta cala porque era<br />

ambiciosa y quería ser doncella secreta de una muchacha agraciada y rica. Fue puro egoísmo por mi<br />

parte, y pura generosidad lo que guió a Qing−jao para que me aceptase. Y ahora estoy aquí,<br />

ayudando al Maestro Han a cometer traición... ¿Cuál es mi propósito en eso? Ni siquiera sé por qué<br />

lo hago. ¿Cómo puedo saber cuáles son <strong>los</strong> verdaderos propósitos de <strong>los</strong> demás? No hay esperanza<br />

ninguna de distinguir el bien del mal."<br />

Se sentó en la posición del loto sobre su esterilla y se cubrió el rostro con las manos. Era como si se<br />

sintiera apretada contra una pared, pero una pared que formaba ella misma, y si pudiera encontrar<br />

una forma de apartarla a un lado, al igual que podía apartar las manos de su cara cada vez que<br />

quería, entonces lograría<br />

abrirse paso fácilmente hacia la verdad.<br />

Retiró las manos. Abrió <strong>los</strong> ojos. Al otro lado de la habitación estaba el terminal del Maestro Han.<br />

Allí, aquel mismo día, había visto las caras de Elanora Ribeira von Hesse y Andrew Wiggin. Y la<br />

cara de Jane.<br />

Recordó que Wiggin le había dicho cómo serían <strong>los</strong> dioses. Los dioses de verdad desearían enseñar<br />

a ser como el<strong>los</strong>. ¿Por qué había dicho eso? ¿Cómo podía saber lo que sería un dios?<br />

"Alguien que quiere enseñarte a saber todo lo que sabe y a hacer todo lo que hace..."; lo que estaba<br />

describiendo en realidad era a <strong>los</strong> padres, no a <strong>los</strong> dioses. Sólo que había muchos padres que no<br />

hacían eso. Muchos padres que intentaban reprimir a sus hijos, controlar<strong>los</strong>, convertir<strong>los</strong> en sus<br />

esclavos. En el lugar donde había crecido, Wang−mu había visto multitud de casos.<br />

Entonces, lo que Wiggin describió no eran <strong>los</strong> padres, después de todo. Describía a padres buenos.<br />

No le había explicado lo que eran <strong>los</strong> dioses, sino lo que era la bondad. Querer que otras personas<br />

crecieran. Querer que otras personas tuvieran todas las cosas buenas de que uno disfruta. Y evitarles<br />

<strong>los</strong> pesares si era posible. Eso era bondad.<br />

¿Qué eran <strong>los</strong> dioses, entonces? Querrían que todo el mundo supiera y tuviera y fuera todas las<br />

cosas buenas. Enseñarían y compartirían y formarían, pero nunca obligarían.<br />

"Como mis padres −pensó Wang−mu−. Torpes y estúpidos a veces, como toda la gente, pero<br />

bondadosos. Me cuidaron. Incluso las veces que me obligaron a hacer cosas difíciles porque sabían

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