27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

illo resultaba casi doloroso. Pero no prohibiría a Wang−mu que usara su nombre: la muchacha<br />

tenía que llamarla de alguna manera, y su tono reverente serviría a Qing−jao como un constante<br />

recordatorio irónico de lo poco que lo merecía.<br />

−Puedes ayudarme no interrumpiéndome−dijo Qing−jao.<br />

−¿Me marcho, entonces?<br />

Qing−jao estuvo a punto de asentir, pero entonces advirtió que por algún motivo <strong>los</strong> dioses querían<br />

que Wang−mu formara parte de esta penitencia. ¿Cómo lo sabía? Porque la idea de que Wang−mu<br />

se marchara parecía casi tan insoportable como el conocimiento de su labor sin terminar.<br />

−Quédate, por favor. ¿Puedes esperar en silencio? ¿Observándome?<br />

−Sí..., Qing−jao.<br />

−Si tardo tanto que no puedes soportarlo, puedes marcharte. Pero sólo cuando me veas moverme del<br />

oeste al este. Eso significa que estoy entre pistas, y no me distraerá tu marcha, aunque no debes<br />

hablarme.<br />

Los ojos de Wang−mu se ensancharon.<br />

−¿Vas a hacer esto con cada veta de la madera de cada tabla del suelo?<br />

−No −respondió Qing−jao. ¡Los dioses nunca serían tan crueles!<br />

Pero incluso mientras lo pensaba, Qing−jao supo que algún día podría llegar el momento en que <strong>los</strong><br />

dioses le exigieran exactamente esa penitencia. Aquello la hizo sentirse enferma de miedo−.<br />

Únicamente una línea en cada tabla de la habitación. Observa conmigo, ¿quieres?<br />

Vio que Wang−mu miraba el indicador de tiempo que brillaba en el aire sobre su terminal. Ya era la<br />

hora de dormir, y las dos habían pasado por alto su siesta. No era natural que <strong>los</strong> seres humanos<br />

pasaran tanto tiempo sin dormir. Los días de Sendero eran una mitad más largos que <strong>los</strong> de la<br />

Tierra, así que nunca trabajaban siguiendo <strong>los</strong> cic<strong>los</strong> internos del cuerpo humano. Saltarse la siesta<br />

y luego retrasar el sueño era muy duro.<br />

Pero Qing−jao no tenía elección. Y si Wang−mu no podía permanecer despierta, tendría que<br />

marcharse ahora, aunque <strong>los</strong> dioses se resistieran a esa idea.<br />

−Debes permanecer despierta −dijo Qing−jao−. Si te quedas dormida, tendré que hablarte para que<br />

te muevas y no tapes algunas de las líneas que tengo que seguir. Y si te hablo, tendré que empezar<br />

de nuevo. ¿Puedes permanecer despierta, silenciosa y sin moverte?<br />

Wang−mu asintió. A Qing−jao le pareció que ésa era su intención, pero no creía que la muchacha<br />

fuera capaz de hacerlo. Sin embargo, <strong>los</strong> dioses insistían en que dejara quedarse a su nueva doncella<br />

secreta; ¿quién era Qing−jao para rehusar lo que <strong>los</strong> dioses le pedían?<br />

Qing−jao regresó a la primera tabla y empezó su trabajo otra vez. Para su alivio, <strong>los</strong> dioses estaban<br />

aún con ella. Tabla tras tabla, le daban la veta más fácil para seguir; y cuando, de vez en cuando, se<br />

le daba una difícil, sucedía invariablemente que la veta fácil se difuminaba o desaparecía en el

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!