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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Hubo problemas en uno de <strong>los</strong> bares −prosiguió Kovano−. Ventanas destrozadas, sillas rotas, dos<br />

hombres hospitalizados.<br />

−¿Una reyerta? −preguntó el obispo.<br />

−No del todo. Sólo ira descargada en general.<br />

−Entonces ya pasó.<br />

−Eso espero. Pero parece que sólo se acabó cuando salió el sol. Y cuando llegó el alguacil.<br />

−¿Alguacil? −preguntó Valentine−. ¿Sólo uno?<br />

−Lidera una fuerza policial de voluntarios −explicó Kovano−. Como la brigada de bomberos<br />

voluntarios. Patrullas de dos horas. Despertamos a algunos. Hicieron falta veinte para calmar las<br />

cosas. Sólo contamos con unos cincuenta hombres en la brigada, por lo general sólo cuatro prestan<br />

servicio cada vez. Normalmente se pasan la noche contándose chistes. Y algunos de <strong>los</strong> policías<br />

fuera de servicio estaban entre <strong>los</strong> que destrozaron el bar.<br />

−Eso significa que no son muy de fiar en una emergencia.<br />

−Se comportaron espléndidamente anoche −objetó Kovano−. Los que estaban de servicio, quiero<br />

decir.<br />

−Con todo, no hay esperanza ninguna de que controlen un disturbio real −suspiró Valentine.<br />

−Se encargaron de las cosas anoche −insistió el obispo−. Esta noche la primera oleada se habrá<br />

agotado.<br />

−Esta noche la noticia se habrá extendido. Todo el mundo conocerá la muerte de Quim y la furia<br />

será mayor −dijo Valentine.<br />

−Tal vez −convino el alcalde Kovano−. Pero lo que me preocupa es mañana, cuando Andrew traiga<br />

el cadáver a casa. El padre Esteváo no era una figura muy popular, nunca iba a beber con <strong>los</strong><br />

muchachos, pero se había convertido en una especie de símbolo espiritual. Como mártir, tendremos<br />

a mucha más gente queriendo vengarlo que discípu<strong>los</strong> dispuestos a seguirlo tuvo en vida.<br />

−Entonces está diciendo que debemos celebrar un funeral sencillo y discreto − aventuró Peregrino.<br />

−No lo sé. Tal vez lo que la gente necesita es un gran funeral, donde pueda descargar su dolor y<br />

superarlo de una vez por todas.<br />

−El funeral no es nada −rebatió Valentine−. El problema es esta noche.<br />

−¿Por qué esta noche? La primera oleada de la noticia de la muerte del padre Esteváo habrá pasado.<br />

El cadáver no llegará hasta mañana. ¿Qué pasa esta noche?<br />

−Tienen que cerrar todos <strong>los</strong> bares. No permita que fluya el alcohol. Arreste a Grego y manténgalo<br />

aislado hasta después del funeral. Declare el toque de queda al anochecer y ponga de servicio a<br />

todos <strong>los</strong> policías. Patrulle la ciudad en grupos durante toda la noche, con porras y armas.

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