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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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De repente, Qing−jao recordó quién había dicho casi exactamente lo mismo, tan sólo momentos<br />

antes. Sintió que se ruborizaba, la sangre caliente agolpada en sus mejillas. "Qué arrogante fui al<br />

tratar a Wang−mu de forma condescendiente, al despreciarla por imaginar que podía ayudarme con<br />

mi alta tarea. Y ahora, ni cinco minutos después, el pensamiento que introdujo en mi mente ha<br />

madurado en un plan. Aunque el plan fracase, fue ella quien me lo dio, o al menos me puso en<br />

camino. Así que yo fui la tonta al pensar que ella lo era." Lágrimas de vergüenza llenaron <strong>los</strong> ojos<br />

de Qing−jao.<br />

Entonces pensó en algunos versos de una canción de su antepasada−del−corazón:<br />

Quiero recuperar<br />

las flores de las moras<br />

que han caído<br />

aunque las peras maduran y permanecen<br />

La poetisa Li Qing−jao conocía el dolor de llorar por las palabras que ya han caído de nuestros<br />

labios y nunca pueden recuperarse. Pero era lo bastante sabia para comprender que, aunque esas<br />

palabras han desaparecido, existen todavía nuevas palabras que decir, como las peras maduras.<br />

Para consolarse de la vergüenza de haber sido tan arrogante, Qing−jao repitió todas las palabras de<br />

la canción, o al menos empezó a hacerlo. Pero cuando llegó al verso:<br />

barcos dragón en el río<br />

su mente regresó a la Flota Lusitania, imaginando a todas aquellas naves estelares como barcos<br />

fluviales, pintadas tan fieramente y a la vez arrastradas por la corriente, tan lejos de la costa que ya<br />

no pueden ser oídos por fuerte que griten.<br />

De barcos dragón sus pensamientos pasaron a cometas dragón, y ahora pensó en la Flota Lusitania<br />

como cometas con la cuerda rota, impulsadas por el viento, separadas ya del niño que las hizo volar.<br />

Qué hermoso, verlas libres. Sin embargo, qué aterrador debía de ser para ellas, que nunca ansiaron<br />

la libertad.<br />

No temí a <strong>los</strong> vientos enloquecidos<br />

ni a la violenta lluvia<br />

Las palabras de la canción volvieron de nuevo a ella. "No temí.Vientos enloquecidos. Lluvia<br />

violenta. No temí mientras<br />

bebimos por la buena fortuna<br />

con cálido vino de moras,<br />

ahora no puedo concebir<br />

cómo recuperar<br />

ese tiempo<br />

Mi antepasada−del−corazón podía espantar su miedo bebiendo −pensó Qing−jao−, porque tenía<br />

alguien con quien beber. E incluso ahora,<br />

sola en mi tálamo con una copa<br />

mirando tristemente a la nada

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