27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

LA PARTIDA<br />

− Hoy uno de <strong>los</strong> hermanos me preguntó: ¿Es una prisión tan temible no poder moverte del lugar<br />

donde estás?.<br />

− Y respondiste...<br />

− Le dije que soy más libre que él. La incapacidad de moverme me libera de la obligación de<br />

actuar.<br />

− Los que habláis lenguas sois unos mentirosos.<br />

Han Fei−tzu estaba sentado en la posición del loto sobre el desnudo suelo de madera junto al lecho<br />

del dolor de su esposa. Un momento antes, tal vez estuviera dormida; no estaba seguro. Pero ahora<br />

era consciente del ligero cambio en la respiración de ella, un cambio tan sutil como el viento tras el<br />

paso de una mariposa.<br />

Jiang−ging, por su parte, también debió de detectar algún cambio en él, pues no había hablado antes<br />

y lo hizo ahora. Su voz sonó muy baja, pero Han Fei−tzu la oyó claramente, pues la casa estaba en<br />

silencio. Había pedido quietud a sus amigos y sirvientes durante el ocaso de la vida de Jiang−ging.<br />

Ya habría tiempo de sobra para ruidos descuidados durante la larga noche por venir, cuando no<br />

salieran palabras susurradas de <strong>los</strong> labios de ella.<br />

−Todavía no he muerto −dijo Jiang−ging.<br />

Lo había saludado con estas palabras cada vez que despertaba durante <strong>los</strong> últimos días. Al principio<br />

las palabras le parecieron quejumbrosas o irónicas a Han Fei−tzu, pero ahora sabía que ella hablaba<br />

con decepción. Ahora ansiaba la muerte, no porque no amara la vida, sino porque la muerte era<br />

inevitable, y lo que nadie puede impedir debe aceptarse. Ése era el Sendero. Jiang−ging nunca se<br />

había apartado del Sendero ni un solo paso en toda su vida.<br />

−Entonces <strong>los</strong> dioses son amables conmigo −dijo Han Fei−tzu.<br />

−Contigo −susurró ella−. ¿En qué estamos pensando?<br />

Era su forma de pedirle que compartiera con ella sus pensamientos privados. Cuando otras personas<br />

lo hacían, él se sentía espiado. Pero Jiang−ging lo pedía sólo para poder pensar también lo mismo:<br />

formaba parte del hecho de haberse convertido en una sola alma.<br />

−Estamos pensando en la naturaleza del deseo −respondió Han Fei−tzu.<br />

−¿El deseo de quién? −preguntó ella−. ¿Y hacia qué?<br />

"Mi deseo de que tus huesos sanen y recuperen sus fuerzas, para que no se rompan a la más mínima

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!