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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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− Pobre Ender. Ahora sus pesadillas caminan a su alrededor por su propio pie.<br />

− Es uno forma extraño de tener hijos, después de todo.<br />

− Tú eres la que llamo a las aiuas del caos. ¿Cómo encontró almas para el<strong>los</strong>?.<br />

− ¿Qué te hace pensar que lo hizo?.<br />

− Caminan. Hablan.<br />

− El llamado Peter vino y habló contigo, ¿no?<br />

− El humano más arrogante que he conocido.<br />

− ¿Cómo crees que nació sabiendo hablar el lenguaje de <strong>los</strong> padres−árbol?<br />

− No lo sé. Ender lo creó. ¿Por qué no iba a crearlo sabiendo hablar?<br />

− Ender sigue creándo<strong>los</strong> a ambos, hora tras hora. Hemos sentido la pauta en él. Puede que no la<br />

comprenda, pero no hay ninguna diferencia entre esos dos y él mismo. Cuerpos distintos, tal vez,<br />

pero forman porte de él de todos formas. Hagan lo que hagan, digan lo que digan, es el aiuo de<br />

Ender, actuando y hablando.<br />

− ¿Lo sabe él?<br />

− Lo dudamos.<br />

− ¿Se lo dirás?<br />

− No hasta que lo pregunte.<br />

− ¿Cuándo crees que será eso?<br />

− Cuándo ya sepa la respuesta.<br />

Era el último día de prueba de la recolada. La noticia de su éxito, hasta el momento, se había<br />

extendido ya por la colonia humana, y también entre <strong>los</strong> pequeninos, según suponía Ender. El<br />

ayudante de Ela llamado Cristal se había ofrecido voluntario como sujeto del experimento. Llevaba<br />

tres días viviendo en la misma cámara de aislamiento donde se había sacrificado Plantador. Sin<br />

embargo, esta vez mataron la descolada en su interior con la bacteria viricida que él mismo había<br />

desarrollado al colaborar con Ela. Y esta vez, ejecutando las funciones que antes cumplía la<br />

descolada, estaba el nuevo virus de la descolada. Había funcionado a la perfección. Cristal ni<br />

siquiera se sentía indispuesto. Sólo faltaba dar un último paso antes de que la recolada pudiera ser<br />

declarada un completo éxito.<br />

Una hora antes de la prueba final, Ender, con su absurda escolta de Peter y la joven Val, se reunió<br />

con Quara y Grego en la celda donde se encontraba este último.<br />

−Los pequeninos lo han aceptado −explicó Ender a Quara−. Están dispuestos a correr el riesgo de<br />

matar a la descolada y sustituirla con la recolada, después de haberla probado sólo con Cristal.<br />

−No me sorprende −respondió Quara.<br />

−A mí sí −dijo Peter−. Está claro que <strong>los</strong> cerdis como especie tienen deseos de morir.<br />

Ender suspiró. Aunque ya no era un niñito asustado, y Peter había dejado de ser mayor, más grande<br />

y más fuerte que él, seguía sin sentir amor hacia el simulacro de su hermano que de algún modo<br />

había creado en el Exterior. Era todo lo que Ender había temido y odiado en su infancia; le<br />

enfurecía y asustaba tenerlo de vuelta.<br />

−¿Qué quieres decir? −preguntó Grego−. Si <strong>los</strong> pequeninos no acceden a hacerlo, entonces la<br />

descolada <strong>los</strong> volverá demasiado peligrosos para que la humanidad les permita sobrevivir.

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