27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

la contraria, algo que sus maestros siempre habían evitado. Sin embargo, la audacia de Wang−mu<br />

era probablemente buena cosa, y la furia de Qing−jao indicaba que se había acostumbrado<br />

demasiado al respeto no merecido que la gente mostraba a sus ideas, simplemente porque salían de<br />

<strong>los</strong> labios de una agraciada por <strong>los</strong> dioses. Había que animar a Wang−mu a que le hablara así. Esa<br />

parte de la furia de Qing−jao era un error, y tenía que librarse de ella.<br />

Pero gran parte de su furia se debía a la forma en que Wang−mu había hablado acerca del Congreso<br />

Estelar. Era como si Wang−mu no considerara al Congreso la autoridad suprema de toda la<br />

humanidad; como si imaginara que Sendero era más importante que la voluntad colectiva de todos<br />

<strong>los</strong> mundos. Aunque sucediera lo inconcebible y se ordenara que Han Fei−tzu se presentara a juicio<br />

en un mundo situado a un centenar de años luz de distancia, él lo haría sin una protesta, y se<br />

enfurecería si alguien en Sendero opusiera la más leve resistencia. ¿Rebelarse como Lusitania?<br />

Impensable. La simple idea hacía que Qing−jao se sintiera sucia.<br />

Sucia. Impura. Albergar un pensamiento tan rebelde la hizo empezar a buscar una línea en las vetas<br />

de la madera para seguirla.<br />

−¡Qing−jao! −gimió Wang−mu en cuanto su señora se arrodilló y se inclinó sobre el suelo−. ¡Por<br />

favor, dime que <strong>los</strong> dioses no te están castigando por haber oído las palabras que he pronunciado!<br />

−No me están castigando −replicó Qing−jao−. Me purifican.<br />

−Pero no son ni siquiera mis palabras, Qing−jao. Son palabras de personas que ni siquiera están<br />

aquí.<br />

−Son palabras impuras, no importa quién las diga.<br />

−¡Pero no es justo que te humilles por unas ideas en las que nunca has pensado ni has creído!<br />

¡Peor y peor! ¿No se callaría nunca Wang−mu?<br />

−¿Debo oírte ahora decir que <strong>los</strong> propios dioses son injustos?<br />

−¡Lo son, si te castigan por las palabras de otras personas!<br />

La muchacha era desesperante.<br />

−¿Ahora eres más sabia que <strong>los</strong> dioses?<br />

−¡También podrían castigarte porque te atrae la gravedad, o porque la lluvia te moja!<br />

−Si me exigieran que me purificara por esas cosas, entonces lo haría, y lo consideraría justicia<br />

−sentenció Qing−jao.<br />

−¡La justicia no tiene significado! −gritó Wang−mu−. Cuando dices la palabra, te refieres a lo que<br />

quiera que decidan <strong>los</strong> dioses. Pero cuando yo la digo, me refiero a la equidad, a gente que es<br />

castigada sólo por lo que han hecho a propósito, a...<br />

−Yo debo atender a lo que <strong>los</strong> dioses entienden por justicia.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!