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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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transición. Al menos una docena podrían ser hembras fértiles, y aunque sólo una cuarta parte de<br />

ellas consiguieran engendrar jóvenes, el bosque podría volver a vivir. Plantador estaba temblando.<br />

−Los hermanos nunca han visto esto en toda la historia del mundo −dijo.<br />

Varios de <strong>los</strong> hermanos se arrodillaron e hicieron la señal de la cruz. Muchos habían estado rezando<br />

durante toda la vigilia. Eso hizo pensar a Valentine en algo que le había dicho Quara. Se acercó a<br />

Miro y susurró:<br />

−También Ela rezó.<br />

−¿Ela?<br />

Antes del incendio. Quara estaba en el Altar de <strong>los</strong> Venerados. Rezó a Dios para que nos abriera un<br />

camino con el que resolver nuestros problemas.<br />

−Para eso reza todo el mundo.<br />

Valentine pensó en lo que había sucedido en <strong>los</strong> días transcurridos desde entonces.<br />

−Supongo que estará bastante decepcionada por la respuesta que le ha dado Dios.<br />

−Es lo normal.<br />

−Pero tal vez esto, el árbol−madre abriéndose tan rápidamente, tal vez esto sea el principio de la<br />

respuesta.<br />

Miro miró a Valentine, aturdido.<br />

−¿Eres creyente?<br />

−Digamos que sospecho. Sospecho que tal vez hay alguien que se preocupa por lo que nos sucede.<br />

Es un paso por encima del simple deseo. Y un paso por debajo de la esperanza.<br />

Miro sonrió débilmente, pero Valentine no supo si eso significaba que estaba complacido o<br />

divertido.<br />

−¿Y qué hará Dios a continuación, como respuesta a la plegaria de Ela?<br />

−Esperemos a ver −dijo Valentine−. Nuestro trabajo es decidir qué vamos a hacer nosotros. Sólo<br />

tenemos <strong>los</strong> misterios más profundos del universo por resolver.<br />

−Bueno, eso debe estar justo en el terreno de Dios −observó Miro.<br />

Entonces llegó Ouanda. Como xenóloga, también había estado relacionada con la vigilia, y aunque<br />

éste no era su turno, la noticia de la abertura del árbol−madre le había llegado de inmediato. Su<br />

aparición había coincidido siempre con la rápida partida de Miro. Esta vez no fue así. Valentine se<br />

alegró al ver que <strong>los</strong> ojos de Miro no se entretenían en Ouanda ni la esquivaban: ella estaba allí,<br />

trabajando con <strong>los</strong> pequeninos, igual que él. Sin duda, todo era una elaborada pretensión de<br />

normalidad, pero en la experiencia de Valentine, la normalidad era siempre una pretensión, y la

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