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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Mi nombre. Te lo explicaré más tarde, si me apetece. Digamos que me envió Andrew Wiggin. Me<br />

envió más o menos a la fuerza. Soy un hombre con una misión, y él supuso que sólo yo podría<br />

cumplirla en uno de <strong>los</strong> mundos donde las estructuras de poder del Congreso están más densamente<br />

concentradas. Fui Hegemón una vez, Wang−mu, y pretendo recuperar el puesto, no importa cuál<br />

sea el título cuando lo recupere. Voy a cascar un montón de huevos y causar un sorprendente<br />

montón de problemas y remover piedra sobre piedra de estos Cien Mundos, y te invito a ayudarme.<br />

Pero la verdad es que me importa un comino si lo haces o no, porque aunque sería bonito disfrutar<br />

de tu inteligencia y de tu compañía, haré el trabajo de una manera o de otra. ¿Así qué? ¿Vienes o<br />

qué?<br />

Ella se volvió hacia el Maestro Han en una agonía de indecisión.<br />

−Esperaba poder enseñarte −suspiró el Maestro Han−. Pero si este hombre va a intentar conseguir<br />

lo que dice, entonces con él tendrás más oportunidad de cambiar el curso de la historia humana que<br />

aquí, donde el virus hará por nosotros el trabajo principal.<br />

−Dejarte será como perder a un padre −susurró Wang−mu.<br />

−Y si te vas, habré perdido a mi segunda y última hija.<br />

−No me rompáis el corazón, vosotros dos −masculló Peter−. Tengo una nave más rápida que la luz.<br />

Dejar Sendero conmigo no es asunto de toda una vida, ¿sabéis? Si las cosas no funcionan siempre<br />

puedo devolverla en un par de días. ¿Os parece justo?<br />

−Quieres ir, lo sé −dijo el Maestro Han.<br />

−¿No sabes que también quiero quedarme?<br />

−Lo sé. Pero irás.<br />

−Sí. Iré.<br />

−Que <strong>los</strong> dioses te cuiden, hija Wang−mu −le deseó el Maestro Han.<br />

Entonces ella dio un paso al frente. El joven llamado Peter la cogió de la mano y la condujo a la<br />

nave. La puerta se cerró tras el<strong>los</strong>. Un momento después, la nave desapareció.<br />

El Maestro Han esperó allí diez minutos, meditando, hasta que pudo poner en orden sus<br />

sentimientos. Entonces abrió el frasquito, bebió su contenido y regresó a casa. La vieja Mu−pao lo<br />

saludó nada más cruzar la puerta.<br />

−Maestro Han −llamó−. No sabía dónde estabas. Y Wang−mu también falta.<br />

−No estará con vosotros durante una temporada −anunció él. Y entonces se acercó mucho a la vieja<br />

criada, para que su aliento le llegara a la cara−. Has sido más fiel a mi casa de lo que nos hemos<br />

merecido.<br />

Una expresión de miedo apareció en el rostro de la anciana.

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