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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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entonces, para sorpresa de Qing−jao, hizo lo que nunca le había visto hacer: golpeó a otra persona,<br />

a Wang−mu, una criada indefensa, y su golpe fue tan fuerte que la muchacha voló y chocó contra la<br />

pared y luego se desplomó en el suelo.<br />

Wang−mu sacudió la cabeza, y luego señaló a la pantalla del ordenador.<br />

−¡Mira, por favor, Maestro, te lo suplico! ¡Señora, haz que mire!<br />

Qing−jao miró, y su padre la imitó. Las palabras habían desaparecido de la pantalla. En su lugar<br />

había la imagen de un hombre. Un anciano, con barba, ataviado con el sombrero tradicional.<br />

Qing−jao lo reconoció de inmediato, pero no pudo recordar quién era.<br />

−¡Han Fei−tzu! −susurró su padre−. ¡Mi antepasado del corazón!<br />

Entonces Qing−jao recordó: el rostro que aparecía sobre la pan−talla era el mismo que aparecía en<br />

las descripciones artísticas del antiguo Han Fei−tzu.<br />

−Hijo de mi nombre −llamó la cara del ordenador−, déjame que te cuente la historia del jade del<br />

Maestro Ho.<br />

−Conozco la historia.<br />

−Si la comprendieras, no tendría que contártela.<br />

Qing−jao intentó encontrar sentido a lo que veía. Mostrar un programa visual con detalles tan<br />

perfectos como el de la cabeza que flotaba sobre el terminal requeriría la mayor parte de la<br />

capacidad del ordenador de la casa... y no había ningún programa de estas características en la<br />

biblioteca. Se le ocurrieron otras dos fuentes. Una era milagrosa: <strong>los</strong> dioses habían encontrado un<br />

medio para hablarles, haciendo que el antepasado−del−corazón de su padre se le apareciera. La otra<br />

era menos asombrosa: el programa secreto de Demóstenes debía de ser tan poderoso que había<br />

observado su conversación ante el terminal y, tras haber<strong>los</strong> oído llegar a una peligrosa conclusión,<br />

se apoderó del ordenador doméstico y produjo esta aparición. No obstante, en cualquier caso,<br />

Qing−jao sabía que debía escuchar con una pregunta en mente:<br />

¿Qué pretenden <strong>los</strong> dioses con esto?<br />

−Una vez, un hombre de Qu llamado Maestro Ho encontró un trozo de matriz de jade en las<br />

montañas de Qu y lo llevó a la corte para presentarlo al rey Li.<br />

La cabeza del antiguo Han Fei−tzu miraba de su padre a Qing−jao, y de Qing−jao a Wang−mu.<br />

¿Tan capaz era este programa que sabía cómo entablar contacto visual con cada uno de el<strong>los</strong> para<br />

asegurar su poder? Qing−jao vio que Wang−mu bajaba la mirada cuando tenía encima <strong>los</strong> ojos de la<br />

aparición. ¿Pero lo hacía también su padre? Estaba de espaldas a ella: no podía decirlo.<br />

−El rey Li ordenó al joyero que lo examinara, y el joyero informó: "Es sólo una piedra". El rey, al<br />

suponer que Ho intentaba engañarlo, ordenó que en castigo le cortaran el pie izquierdo.<br />

"Con el tiempo, el rey Li murió y subió al trono el rey Wu, y Ho cogió una vez más su matriz y la<br />

presentó al rey Wu. El rey ordenó que su joyero la examinara, y de nuevo el joyero informó: "Es<br />

sólo una piedra". El rey, al suponer que Ho intentaba engañarlo, ordenó que en castigo le cortaran el

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