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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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"Plantador, ruega por nosotros. Intercede por nosotros. Como mis venerados abue<strong>los</strong> llevaron mi<br />

plegaria al Padre, ve ahora a Cristo y suplícale que se apiade de todos tus hermanos y hermanas.<br />

Que la recolada lleve a Cristal a la tercera vida, para que podamos, en buena fe, esparcirla por todo<br />

el mundo y reemplace a la asesina descolada. Entonces el león podrá yacer con el cordero, y podrá<br />

haber paz en este lugar."<br />

Sin embargo, no por primera vez, Ela tuvo sus dudas. Estaba segura de que su acción era la<br />

adecuada; no sentía ninguno de <strong>los</strong> resquemores de Quara referentes a destruir la descolada en toda<br />

Lusitania.<br />

Pero no estaba segura de que debieran haber basado la recolada en las muestras más antiguas de la<br />

descolada que habían recolectado. Si de hecho la descolada había causado la reciente beligerancia<br />

en <strong>los</strong> pequeninos, su ansia por esparcirse a nuevos lugares, entonces podría considerar que estaba<br />

devolviendo a <strong>los</strong> pequeninos a su anterior condición "natural". Pero esa condición era producto de<br />

la descolada como equilibradora gaialógica, y sólo parecía natural porque era el estado en que <strong>los</strong><br />

pequeninos se encontraban cuando llegaron <strong>los</strong> humanos. Podía considerar también que ella misma<br />

estaba causando una modificación conductual de toda una especie, al eliminar a conveniencia su<br />

agresividad para que hubiera menos conflictos con <strong>los</strong> humanos en el futuro. "Y ahora <strong>los</strong> estoy<br />

convirtiendo en buenos cristianos, les guste o no. Y el hecho de que Raíz y Humano lo aprueben no<br />

me quita ningún peso de encima, si a la larga causa daño a <strong>los</strong> pequeninos. Oh, Señor, perdóname<br />

por hacer de Dios en las vidas de estos hijos Tuyos. Guando el aiua de Plantador vaya a verte para<br />

interceder por nosotros, concédele lo que pide en nuestro favor, pero solo si es Tu voluntad que su<br />

especie sea alterada así. Ayúdanos a hacer el bien, pero te ruego que nos detengas si causáramos<br />

daños involuntariamente. En el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén."<br />

Se quitó con el dedo una lágrima de la mejilla y la colocó en la suave corteza del tronco de<br />

Plantador. "No estás aquí para sentir esto, Plantador, no dentro del árbol. Pero lo sientes igualmente,<br />

estoy segura. Dios no dejaría que un alma tan noble como la tuya se perdiera en la oscuridad."<br />

Era hora de irse. Las amables manos de <strong>los</strong> hermanos la tocaron, tiraron de ella, la dirigieron hacia<br />

el laboratorio donde Cristal esperaba en aislamiento su paso a la tercera vida.<br />

Cuando Ender había visitado anteriormente a Plantador, lo encontró en la cama, rodeado del equipo<br />

médico. El interior de la cámara de aislamiento era ahora muy distinto. Cristal gozaba de una salud<br />

perfecta, y aunque estaba conectado a todos <strong>los</strong> aparatos de seguimiento, no yacía postrado en<br />

cama. Feliz y juguetón, apenas podía contener sus ganas de continuar.<br />

Y ahora que habían llegado Ela y <strong>los</strong> otros pequeninos, era hora de comenzar.<br />

La única pared que ahora mantenía su aislamiento era el campo disruptor. Fuera de él, <strong>los</strong><br />

pequeninos que se habían congregado para ver su paso a la tercera vida podían contemplar todo lo<br />

que sucedía. Sin embargo, eran <strong>los</strong> únicos que esperaban al aire libre. Tal vez por delicadeza hacia<br />

<strong>los</strong> sentimientos pequeninos, o<br />

tal vez porque así podrían tener un muro entre el<strong>los</strong> y la brutalidad de este ritual pequenino, <strong>los</strong><br />

humanos se habían congregado todos dentro del laboratorio, donde sólo una ventana y <strong>los</strong><br />

monitores les permitían ver lo que le sucedería a Cristal.<br />

El pequenino esperó hasta que todos <strong>los</strong> hermanos, ataviados con sus trajes aislantes, ocuparon su<br />

puesto a su lado, <strong>los</strong> cuchil<strong>los</strong> de madera en la mano, antes de arrancar un trozo de capim y<br />

masticarlo. Era el anestésico que le haría soportable todo el ritual. Pero también era la primera vez

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