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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−¿Necesario para qué? −preguntó Valentine.<br />

−Humano no quiere decirlo, ni lo hará la reina colmena, pero tengo mis suposiciones, e imagino que<br />

vosotros también.<br />

−¿Esperan <strong>los</strong> cerdis saltar a una sociedad plenamente tecnológica en una sola generación,<br />

confiando en el trabajo de la reina colmena?<br />

−No es probable. Son demasiado conservadores para eso. Quieren aprender cuanto sea posible, pero<br />

no les interesa rodearse de máquinas. Recuerda que <strong>los</strong> árboles de <strong>los</strong> bosques les dan libre y<br />

amablemente todas las herramientas útiles. Lo que nosotros llamamos industria a el<strong>los</strong> les parece<br />

brutalidad.<br />

−Entonces, ¿qué? ¿Por qué todo este humo?<br />

−Pregúntale a ella−bufó Ender−. Tal vez contigo sea sincera.<br />

−¿La veremos de verdad? −preguntó Miro.<br />

−Oh, sí. O al menos estaremos en su presencia. Puede que incluso nos toque. Pero tal vez cuanto<br />

menos veamos, mejor. Normalmente donde vive está oscuro, a menos que esté a punto de poner<br />

huevos. En ese momento necesita ver, y las obreras abren túneles para que entre la luz.<br />

−¿No tienen luz artificial? −preguntó Miro.<br />

−Nunca la usan, ni siquiera en las astronaves con las que llegaron al Sistema Solar durante las<br />

Guerras Insectoras. Ven el calor como nosotros vemos la luz. Para el<strong>los</strong>, cualquier fuente de calor<br />

resulta claramente visible. Creo que incluso disponen sus fuentes de calor en pautas que sólo<br />

podrían ser interpretadas estéticamente. Pintura termal.<br />

−Entonces, ¿por qué usan la luz para poner huevos? −preguntó Valentine.<br />

−Vacilaría en llamarlo ritual...; la reina desprecia la religión humana. Digamos que forma parte de<br />

su herencia genética. Sin luz, no hay puesta.<br />

Entonces llegaron a la ciudad insectora.<br />

Valentine no se sorprendió ante lo que vieron. Después de todo, cuando eran jóvenes, Ender y ella<br />

estuvieron en la primera colonia de Rov, un antiguo mundo insector. Pero sabía que la experiencia<br />

sería sorprendente y extraña para Miro y Plikt, y de hecho volvió a experimentar parte de la antigua<br />

desorientación. No había nada obviamente extraño en la ciudad. Había edificios, la mayoría de el<strong>los</strong><br />

bajos, pero basados en <strong>los</strong> mismos principios estructurales que cualquier edificio humano. La<br />

extrañeza se producía por como estaban dispuestos. No había carreteras ni calles, ninguna intención<br />

de alinear <strong>los</strong> edificios para que miraran hacia el mismo sitio. Algunos no eran más que un tejado<br />

apoyado sobre el suelo; otros se alzaban a gran altura. La pintura parecía usada sólo como<br />

conservante: no había decoración ninguna. Ender había sugerido que tal vez utilizaban el calor con<br />

propósitos estéticos. Estaba claro que era algo que no sucedía con nada más.<br />

−No tiene sentido −dijo Miro.

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