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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Vaya grupo tan representativo que tenemos aquí hoy −bufó el alcalde Kovano.<br />

Las cosas se ponían feas. Quim había evitado deliberadamente decirle a su madre <strong>los</strong> detalles acerca<br />

de su misión a <strong>los</strong> herejes, porque estaba seguro de que se opondría a la idea de acudir directamente<br />

a <strong>los</strong> cerdis que temían y odiaban abiertamente a <strong>los</strong> seres humanos. Quim era bien consciente de la<br />

fuente de su temor al contacto cercano con <strong>los</strong> pequeninos. De niña, la descolada la había hecho<br />

perder a sus padres. El xenólogo Pipo se convirtió en su padre putativo, y luego fue el primer<br />

humano torturado hasta la muerte por <strong>los</strong> pequeninos. Novinha pasó entonces veinte años<br />

intentando evitar que su amante Libo (el hijo de Pipo, el siguiente xenólogo) corriera la misma<br />

suerte. Incluso se casó con otro hombre para evitar que Libo tuviera derecho de acceso, como<br />

marido suyo, a sus archivos privados, donde creía que podría encontrarse el secreto que había<br />

llevado a <strong>los</strong> cerdis a matar a Pipo. Y al final, todo fue en vano, Libo murió igual que Pipo. Aunque<br />

desde entonces había llegado a conocer la auténtica razón de las muertes, aunque <strong>los</strong> pequeninos<br />

habían hecho solemnes juramentos para no dirigir ningún acto violento contra otro ser humano, no<br />

había ninguna manera de que su madre se mostrara racional cuando sus seres queridos se hallaban<br />

entre <strong>los</strong> cerdis. Y ahora estaba presente en una reunión que sin duda había sido convocada a<br />

instancia suya, para decidir si Quim debería ir o no en su viaje misionero. Iba a ser una mañana<br />

desagradable. Madre tenía años de práctica en salirse con la suya. Casarse con Andrew Wiggin la<br />

había suavizado y templado de muchas formas. Pero cuando pensaba que uno de sus hijos estaba en<br />

peligro, sacaba las garras, y ningún marido tenía mucha influencia sobre ella.<br />

¿Por qué habían permitido el alcalde Kovano y el obispo Peregrino que se celebrara esta reunión?<br />

Como si hubiera oído la silenciosa pregunta de Quim, el alcalde empezó a explicarse:<br />

−Andrew Wiggin vino a verme con nueva información. Mi primera idea fue mantenerlo todo en<br />

secreto, enviar al padre Esteváo en su misión a <strong>los</strong> herejes, y luego pedirle al obispo Peregrino que<br />

rezara. Pero Andrew me aseguró que a medida que nuestro peligro aumenta, se va haciendo más<br />

importante que todos actuemos a partir de la información más completa posible. Los portavoces de<br />

<strong>los</strong> muertos al parecer tienen una confianza casi patológica en la idea de que la gente se comporta<br />

mejor cuanto más conocen. Me he dedicado a la política demasiado tiempo para compartir su<br />

confianza, pero él sostiene que es más viejo que yo, y me atengo a su sabiduría.<br />

Quim sabía, por supuesto, que Kovano no se plegaba a la sabiduría de nadie. Andrew Wiggin,<br />

simplemente, lo había persuadido.<br />

−A medida que las relaciones entre pequeninos y humanos se hacen más, mmmm..., problemáticas,<br />

y nuestro cohabitante invisible, la reina colmena, se acerca cada vez más al lanzamiento de sus<br />

naves espaciales, parece que <strong>los</strong> asuntos de fuera del planeta se vuelven también más urgentes. El<br />

Portavoz de <strong>los</strong> Muertos me informa gracias a sus fuentes extraplanetarias que alguien en un mundo<br />

llamado Sendero está a punto de descubrir a nuestros aliados que han conseguido impedir que el<br />

Congreso dé a la flota la orden de destruir Lusitania.<br />

Quim anotó con interés que al parecer Andrew no le había dicho nada al alcalde acerca de Jane.<br />

Tampoco el obispo Peregrino lo sabía. ¿Y Grego o Quara? ¿Y Ela? Su madre lo sabía, desde luego.<br />

¿Por qué me lo confió Andrew, si lo ha ocultado a tanta gente?"<br />

−Existe una fuerte posibilidad de que en las próximas semanas, o días, el Congreso restablezca las<br />

comunicaciones con la flota. En ese punto, nuestra última defensa habrá desaparecido. Sólo un<br />

milagro nos salvará de la aniquilación.

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