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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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pesca.<br />

Las olas de tres metros <strong>los</strong> alzaban, luego <strong>los</strong> precipitaban en la trinchera abierta tras ellas. En <strong>los</strong><br />

grandes barcos pesqueros aquellas olas apenas <strong>los</strong> habían sacudido mientras recorrían cómodamente<br />

el mar, pero en la diminuta lancha las olas resultaban abrumadoras. Literalmente sobrecogedor.<br />

Valentine tuvo que escurrirse en su asiento en la cubierta y abrazar la plancha con ambas manos<br />

antes de poder recuperar el aliento. No había comparación posible entre el salvaje océano y aquella<br />

plácida llanura de hierba.<br />

Pero, de nuevo, tal vez la hubiera para Ender. Tal vez cuando contemplaba las hectáreas de capim<br />

veía dentro el virus de la descolada, adaptándose malévolamente para masacrar a la humanidad y<br />

todas sus especies compañeras. Tal vez para él esta pradera se agitaba y cabriolaba tan brutalmente<br />

como el océano.<br />

Los marineros de Trondheim se rieron de ella, no con burla, sino con ternura, como padres que se<br />

ríen de <strong>los</strong> temores de un niño.<br />

−Estas olas no son nada −dijeron−. Tendría que ver las de veinte metros.<br />

Ender estaba tranquilo en apariencia, como lo estuvieron <strong>los</strong> marineros. Calmado, desconectado.<br />

Conversaba con ella y Miro y la silenciosa Plikt, pero seguía rumiando algo. "¿Hay problemas entre<br />

Ender y Novinha?" Valentine no <strong>los</strong> había visto juntos el tiempo suficiente para saber qué era<br />

natural entre el<strong>los</strong> y qué era forzado; desde luego, no había peleas obvias. Así que tal vez el<br />

problema de Ender fuera una barrera creciente con la comunidad de Milagro. Eso cabía en lo<br />

posible. Valentine recordaba lo difícil que le resultó ganarse la confianza de <strong>los</strong> habitantes de<br />

Trondheim, y se había casado con un hombre que tenía un enorme prestigio entre el<strong>los</strong>. ¿Cómo<br />

sería para Ender, casado con una mujer cuya familia entera había estado distanciada siempre del<br />

resto de Milagro? ¿Era posible que la curación de este lugar no fuera tan completa como todos<br />

suponían?<br />

No. Cuando Valentine se reunió con el alcalde, Kovano Zeljezo, y con el viejo obispo Peregrino<br />

aquella mañana, éstos mostraron verdadero afecto hacia Ender. Valentine había asistido a<br />

demasiadas reuniones para no distinguir la diferencia entre cortesías formales, hipocresías políticas<br />

y amistad genuina. Si Elder se sentía<br />

separado de aquella gente, no era por culpa de el<strong>los</strong>.<br />

"Estoy sacando demasiadas conclusiones −pensó Valentine−. Si Ender parece tan extraño y<br />

apartado, es porque nosotros hemos estado separados mucho tiempo. O tal vez porque siente<br />

timidez ante este joven airado, Miro; o quizás es Plikt, con su silenciosa y calculadora adoración de<br />

Ender Wiggin, quien le hace mostrarse distante con nosotros. O acaso no sea más que mi insistencia<br />

en que veamos a la reina colmena hoy, de inmediato, incluso antes de entrevistarnos con ninguno de<br />

<strong>los</strong> líderes de <strong>los</strong> cerdis. No hay ningún motivo que buscar más allá de esta visita para la causa de su<br />

desconexión."<br />

Localizaron primero la ciudad de la reina colmena por la columna de humo.<br />

−Combustibles fósiles −explicó Ender−. Los está quemando a una velocidad preocupante.<br />

Normalmente, nunca haría eso las reinas atienden sus mundos con gran cuidado, y nunca producen<br />

tantos residuos y hedor. Pero últimamente tiene mucha prisa, y Humano asegura que le han dado<br />

permiso para que queme y contamine cuanto sea necesario.

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