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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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vuelva a suceder.<br />

−Pero padre −protestó Qing−jao−, sólo tengo dieciséis años. ¿No hay muchas otras personas que<br />

son más sabias que yo?<br />

−Tal vez son demasiado sabias para intentar la tarea. Pero tú eres lo bastante joven para no<br />

considerarte sabia. Eres lo bastante joven para pensar en cosas imposibles y descubrir por qué<br />

podrían ser posibles. Por encima de todo, <strong>los</strong> dioses te hablan con extraordinaria claridad, mi<br />

inteligente hija, mi Gloriosamente Brillante.<br />

Era eso lo que temía, que su padre esperara que tuviese éxito por el favor de <strong>los</strong> dioses. No<br />

comprendía lo indigna que la encontraban <strong>los</strong> dioses, lo poco que la apreciaban.<br />

Además había otro problema.<br />

−¿Y si tengo éxito? ¿Y si averiguo dónde está la Flota Lusitania y restauro las comunicaciones?<br />

¿No sería entonces culpa mía si la flota destruyera Lusitania?<br />

−Es bueno que tu primer pensamiento sea compasión por la gente de Lusitania. Te aseguro que el<br />

Congreso Estelar me ha prometido no usar el Ingenio D.M. a menos que sea absolutamente<br />

inevitable, y eso es tan improbable que no puedo creer que vaya a suceder. Aunque así fuera, sin<br />

embargo, es el Congreso quien debe decidir. Como dijo mi antepasado−del−corazón: "Aunque <strong>los</strong><br />

castigos del sabio pueden ser livianos, esto no es debido a su compasión; aunque sus penalizaciones<br />

puedan ser severas, no es porque sea cruel: simplemente sigue la costumbre adecuada al momento.<br />

Las circunstancias cambian según la edad, y las formas de tratar con ellas cambian con las<br />

circunstancias". Puedes estar segura de que el Congreso Estelar tratará con Lusitania no atendiendo<br />

a la amabilidad o a la crueldad, sino según lo que sea necesario para el bien de toda la humanidad.<br />

Por eso servimos a <strong>los</strong> gobernantes: porque el<strong>los</strong> sirven al pueblo, que sirve a <strong>los</strong> antepasados, que<br />

sirven a <strong>los</strong> dioses.<br />

−Padre, fui indigna al pensar otra cosa−dijo Qing−jao.<br />

Ahora sentía su suciedad, en vez de conocerla en su mente. Necesitaba lavarse las manos.<br />

Necesitaba seguir una línea. Pero se contuvo. Esperaría.<br />

"Haga lo que haga −pensó−, habrá una consecuencia terrible. Si fracaso, entonces mi padre perderá<br />

el honor ante el Congreso y por tanto ante todo el mundo de Sendero. Eso demostraría a muchos<br />

que no es digno de ser elegido dios de Sendero cuando muera.<br />

"Si tengo éxito, el resultado puede ser xenocidio. Aunque la decisión pertenezca al Congreso, yo<br />

seguiría sabiendo que hice posible semejante atrocidad. La responsabilidad sería parcialmente mía.<br />

No importa lo que haga, estaré cubierta de fracaso y manchada de indignidad."<br />

Entonces su padre le habló como si <strong>los</strong> dioses le hubieran mostrado su corazón.<br />

−Sí, fuiste indigna −manifestó−, y sigues siendo indigna en tus pensamientos incluso ahora.<br />

Qing−jao se sonrojó e inclinó la cabeza, avergonzada, no de que sus pensamientos hubieran sido tan<br />

claramente visibles para su padre, sino de haber tenido pensamientos tan desobedientes.

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