27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

puede hacer una pregunta, esperando que <strong>los</strong> sabios la oigan y le respondan con su sabiduría, ¿no<br />

podría ser que <strong>los</strong> propios dioses nos hubieran enviado este mensaje, para que comprendamos su<br />

gran regalo al pueblo de Sendero?<br />

Qing−jao escuchó un poco más, a medida que la furia crecía en su interior. Era Jane, obviamente,<br />

quien había escrito y difundido aquel documento. ¿Cómo se atrevía a pretender saber lo que <strong>los</strong><br />

dioses hacían? Había ido demasiado lejos. El documento debía ser refutado. Jane debía ser<br />

descubierta, y también toda la conspiración del pueblo de Lusitania.<br />

Los criados la observaban. Ella soportó sus miradas, uno a uno, alrededor del círculo.<br />

−¿Qué queréis preguntarme? −dijo.<br />

−Oh, señora −respondió Mu−pao−, perdona nuestra curiosidad, pero este noticiario ha declarado<br />

algo que sólo podremos creer si tú nos aseguras que es verdad.<br />

−¿Y qué sé yo? −contestó Qing−jao−. Sólo soy la hija tonta de un gran hombre.<br />

−Pero eres una de las agraciadas, señora.<br />

"Eres muy osada −pensó Qing−jao−, al hablar de estas cosas al descubierto."<br />

−Durante toda la noche, desde que acudiste a nosotros con comida y bebida, y mientras conducías a<br />

muchos de nosotros entre el pueblo, atendiendo a <strong>los</strong> enfermos, no te has excusado ni una sola vez<br />

para purificarte. Nunca habías resistido durante tanto tiempo.<br />

−¿No se os ha ocurrido que tal vez estábamos cumpliendo con tanta precisión la voluntad de <strong>los</strong><br />

dioses que no tuve ninguna necesidad de purificarme durante todo ese tiempo?<br />

Mu−pao pareció avergonzada.<br />

−No, no se nos ha ocurrido.<br />

−Descansad ahora −aconsejó Qing−jao−. Ninguno de nosotros está repuesto del todo aún. Debo ir a<br />

hablar con mi padre.<br />

Los dejó para que chismorrearan y especularan entre sí. Su padre estaba en la habitación, sentado<br />

ante el ordenador. La cara de Jane aparecía en la pantalla. Su padre se volvió hacia ella en cuanto<br />

entró en la habitación. Su rostro estaba radiante. Triunfal.<br />

−¿Has visto el mensaje que preparamos Jane y yo? −preguntó.<br />

−¡Tú! −exclamó Qing−jao−. ¿Mi padre, un mentiroso?<br />

Dirigir a su padre semejante insulto era impensable. Pero siguió sin sentir ninguna necesidad de<br />

purificarse. La asustaba poder hablar con tan poco respeto y que <strong>los</strong> dioses no la rechazaran.<br />

−¿Mentiras? −se extrañó su padre−. ¿Por qué piensas que son mentiras, hija mía? ¿Cómo sabes que<br />

<strong>los</strong> dioses no fueron la causa de que nos llegara este virus? ¿Cómo sabes que no es su voluntad dar<br />

estas ampliaciones genéticas a todo Sendero?

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!