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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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− ¿Ves? También somos carroñeros.<br />

− Tú eres un carroñero. Nosotros somos suplicantes.<br />

− Si fueran dignos de sus propias habilidades mentales...<br />

− ¿No lo son?<br />

− Pretenden destruiros, recuerda. Hay muchas posibilidades en su mente, pero siguen siendo,<br />

después de todo, individualmente estúpidos y cortos de entendimiento, medio ciegos y medio locos.<br />

El noventa y nueve por ciento de sus historias siguen estando equivocadas y <strong>los</strong> conducen a<br />

terribles errores. A veces deseamos poder domar<strong>los</strong>, como a las obreras. Lo intentamos con Ender,<br />

ya sabes. Pero fue en vano. No logramos convertirlo en una obrera.<br />

− ¿Por qué no?<br />

− Demasiado estúpido. No puede prestar atención el tiempo suficiente. La mente humano carece de<br />

foco. Se aburren y se distraen. Tuvimos que construir un puente ante él, usando el ordenador con el<br />

que estaba más unido. Los ordenadores..., ésos sí pueden prestar atención. Y su memoria es limpio,<br />

ordenado, todo organizado y fácil de encontrar.<br />

− Pero no sueñan.<br />

− No hay en el<strong>los</strong> locura. Lástima.<br />

Valentine se presentó en casa de Olhado por la mañana temprano. Él no iba al trabajo hasta la tarde,<br />

pues era capataz del turno de noche en la pequeña fábrica de ladril<strong>los</strong>. Pero ya estaba despierto,<br />

probablemente porque lo estaba su familia. Los niños salían en tropel por la puerta. "Yo solía ver<br />

esto por televisión en <strong>los</strong> viejos tiempos −pensó Valentine−. La familia saliendo de casa por la<br />

mañana, todos a la vez, y el padre el último, con su maletín. A su modo, mis padres fueron igual.<br />

No importa lo extraños que fueran sus hijos. No importa que después de marcharnos al colegio por<br />

la mañana Peter y yo nos dedicáramos a escrutar las redes, intentando dominar el mundo<br />

sirviéndonos de seudónimos. No importa que Ender fuera apartado de la familia de pequeño y<br />

nunca volviera a ver a ningún miembro, ni siquiera en su única visita a la Tierra, excepto a mí. Creo<br />

que mis padres seguían imaginando que lo hacían bien, porque ejecutaban un ritual que habían visto<br />

en televisión. Y aquí está de nuevo. Los niños saliendo por la puerta. Ese chiquillo debe de ser<br />

Nimbo, el que estaba con Grego en la confrontación con la muchedumbre. Pero aquí está, sólo un<br />

niño anónimo. Nadie sospecharía que intervino en esa terrible noche tan reciente."<br />

La madre dio un beso a cada uno de sus hijos. Era todavía una mujer joven y hermosa, a pesar de<br />

haber tenido tantos niños. Tan corriente, tan normal, y sin embargo era una mujer notable, pues se<br />

había casado con Olhado, ¿no? Había visto más allá de la deformidad. Y el padre, sin marcharse<br />

todavía al trabajo, podía quedarse allí, observándo<strong>los</strong>, acariciándo<strong>los</strong>, besándo<strong>los</strong>, diciéndolesunas<br />

cuantas palabras. Tranquilo, listo, amoroso..., el padre típico. "Entonces, ¿qué es lo que no encaja<br />

en esta escena? El padre es Olhado. No tiene ojos. Sólo <strong>los</strong> orbes de metal plateado, recalcados con<br />

dos aberturas para lentes en un ojo, y el periférico de entrada/salida del ordenador en el otro. Los<br />

niños parecen no advertirlo. Yo todavía no estoy acostumbrada."<br />

−Valentine −dijo Olhado cuando la vio.<br />

−Tenemos que hablar.<br />

Él la condujo al interior. Le presentó a su esposa, Jaqueline. Su piel era tan negra que casi parecía<br />

azul, <strong>los</strong> ojos risueños, una hermosa sonrisa en la que uno desearía zambullirse, tan placentera era.<br />

Trajo una limonada, helada y apetecible con el calor de la mañana, y luego se retiró discretamente.<br />

−Puedes quedarte −dijo Valentine−. No es un asunto privado.

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