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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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piel.<br />

−Somos nosotros o el<strong>los</strong>, muchacha −dijo Peter−. Nosotros o el<strong>los</strong>.<br />

−Posiblemente no comprendes lo mucho que me avergüenzo de oír mis propios argumentos en sus<br />

labios −se lamentó Ender.<br />

Peter se echó a reír.<br />

−Andrew pretende demostrar que no le gusto. Pero el chico es un farsante. Me admira. Me adora.<br />

Lo ha hecho siempre. Igual que este pequeño ángel que tenemos aquí.<br />

Peter dio un pellizco a la joven Val. Ella no retrocedió. En cambio, actuó como si no hubiera<br />

sentido su dedo en el brazo.<br />

−Nos adora a ambos. En su mente retorcida, ella es la perfección moral que nunca podrá conseguir.<br />

Y yo soy el poder y el genio que siempre ha estado fuera del alcance del pobrecito niño Andrew.<br />

Fue muy modesto por su parte, ¿verdad? Durante todos estos años ha llevado a sus superiores<br />

dentro de su mente.<br />

La joven Val cogió la mano de Quara.<br />

−Lo peor que podrías hacer en tu vida es ayudar a la gente que amas a hacer algo que en tu corazón<br />

consideras un lamentable error.<br />

Quara se echó a llorar.<br />

Pero no era Quara quien preocupaba a Ender. Sabía que era lo bastante fuerte para mantener las<br />

contradicciones morales de sus propias acciones y seguir cuerda. Su ambivalencia hacia sus propias<br />

acciones probablemente la debilitaría, la volvería menos segura de que su juicio era absolutamente<br />

correcto y que todos <strong>los</strong> que no estaban de acuerdo con ella se equivocaban irremisiblemente. En<br />

cualquier caso, al final de este asunto emergería más completa y compasiva, y más decente de lo<br />

que fue antes, en su acalorada juventud. Y tal vez la suave caricia de la joven Val, junto con sus<br />

palabras, que definían exactamente lo que Quara sentía, la ayudarían a sanar más pronto.<br />

Lo que preocupaba a Ender era la admiración con la que Grego contemplaba a Peter. Más que<br />

nadie, Grego debería saber adónde podían conducir las palabras de Peter. Sin embargo aquí estaba,<br />

adorando a la pesadilla ambulante de Ender. "Debo conseguir que Peter salga de aquí −pensó<br />

Ender−, o tendrá más discípu<strong>los</strong> en Lusitania de <strong>los</strong> que tuvo Grego..., y <strong>los</strong> usará con más<br />

efectividad y, a la vez, el efecto será más mortífero."<br />

Ender abrigaba pocas esperanzas de que Peter resultara ser igual que el Peter real, que se convirtió<br />

en un hegemón fuerte y digno. Este Peter, después de todo, no era un ser humano completo de carne<br />

y hueso, lleno de ambigüedad y sorpresa. Más bien, Ender había creado la caricatura del mal<br />

atractivo que habitaba en <strong>los</strong> más profundos recovecos de su mente inconsciente. No había ninguna<br />

sorpresa en este tema. Mientras se preparaban para salvar a Lusitania de la descolada, Ender les<br />

había traído un nuevo peligro, potencialmente igual de destructivo. Pero no tan difícil de matar.<br />

Reprimió una vez más la idea, aunque se le había ocurrido una docena de veces desde que advirtió<br />

que Peter estaba sentado a su izquierda en la nave. "Yo lo he creado. No es real, sólo mi pesadilla.

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