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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Usando su sustancia, crecería rápidamente, hasta tener suficiente grosor y altura para crear una<br />

abertura en el tronco. Si crecía suficientemente rápido, si se abría pronto, <strong>los</strong> pocos bebés<br />

supervivientes que se aferraban al interior de la cavidad del viejo árbol−madre muerto podrían<br />

transferirse al pequeño refugio del nuevo árbol−madre. Si alguno de <strong>los</strong> bebés supervivientes eran<br />

pequeñas madres, serían llevadas a <strong>los</strong> padres−árbol supervivientes, Humano y Raíz, para que se<br />

apareasen. Si se concebían nuevos bebés dentro de sus cuerpos diminutos, entonces el bosque<br />

que había conocido todo lo bueno y lo malo que podían ofrecer <strong>los</strong> seres humanos sobreviviría.<br />

Si no..., si <strong>los</strong> bebés eran todos machos, lo cual era posible, o si todas las hembras que hubiera eran<br />

estériles, o si todos estaban demasiado heridos por el calor del suelo que arrasó el tronco del<br />

árbol−madre hasta matarlo, o si estaban demasiado debilitados por <strong>los</strong> días de hambre que sufrirían<br />

hasta que el nuevo árbol−madre estuviera preparado para el<strong>los</strong>..., entonces el bosque moriría con<br />

estos hermanos y esposas, y Humano y Raíz vivirían durante un milenio como padres sin tribu. Tal<br />

vez alguna otra tribu <strong>los</strong> honraría y les traería a sus pequeñas madres para que se aparearan. Tal vez.<br />

Pero no serían padres de su propia tribu, rodeados de sus hijos.<br />

Serían árboles solitarios sin bosque propio, monumentos únicos al trabajo para el que habían vivido:<br />

unir a humanos y pequeninos. En cuanto a la ira contra Guerrero, se había desvanecido. Los<br />

padres−árbol de Lusitania estuvieron todos de acuerdo en que la deuda moral en que habían<br />

incurrido con la muerte del padre Esteváo había quedado saldada con creces con la masacre del<br />

bosque de Raíz y Humano. De hecho, Guerrero había ganado muchos nuevos conversos a su<br />

herejía, pues ¿no habían demostrado <strong>los</strong> humanos que eran indignos del evangelio de Cristo? Eran<br />

<strong>los</strong> pequeninos −decía Guerrero−, <strong>los</strong> auténticos elegidos para ser receptácu<strong>los</strong> del Espíritu Santo,<br />

mientras que <strong>los</strong> humanos no tenían ninguna parte de Dios en el<strong>los</strong>. "No tenemos necesidad de<br />

matar a ningún otro ser humano −dijo−. Sólo tenemos que esperar, y el Espíritu Santo acabará con<br />

todos el<strong>los</strong>. Mientras tanto, Dios nos ha enviado a la reina colmena para que nos construya naves<br />

espaciales. Llevaremos al Espíritu Santo con nosotros para que juzgue cada mundo que visitemos.<br />

Seremos el ángel exterminador. Seremos Josué y <strong>los</strong> israelitas, purgando Canaán para abrir camino<br />

al pueblo elegido de Dios."<br />

Muchos pequeninos lo creían ahora. Guerrero ya no les parecía loco: habían sido testigos de las<br />

primeras sacudidas del apocalipsis en las llamas de un bosque inocente. Para muchos pequeninos,<br />

ya no había nada que aprender de la humanidad. Dios ya no necesitaba para nada a <strong>los</strong> seres<br />

humanos.<br />

Aquí, sin embargo, en este claro del bosque, con <strong>los</strong> pies hundidos en cenizas hasta <strong>los</strong> tobil<strong>los</strong>, <strong>los</strong><br />

hermanos y esposas que velaban a su nuevo árbol−madre no creían en la doctrina de Guerrero.<br />

El<strong>los</strong>, que conocían mejor que nadie a <strong>los</strong> seres humanos, habían elegido incluso a humanos para<br />

que estuvieran presentes como testigos y ayudantes en su intento de resurrección.<br />

−Porque sabemos que no todos <strong>los</strong> humanos son iguales, como tampoco lo son todos <strong>los</strong><br />

pequeninos −dijo Plantador, que era ahora el portavoz de <strong>los</strong> hermanos supervivientes−. Cristo vive<br />

en algunos de vosotros, no así en otros. No todos somos como el bosque de Guerrero, ni vosotros<br />

sois todos asesinos.<br />

Así, Plantador estrechó las manos de Miro y Valentine por la mañana, cuando el nuevo<br />

árbol−madre consiguió abrir una grieta en su fino tronco, y las esposas transfirieron tiernamente <strong>los</strong><br />

cuerpos débiles y hambrientos de <strong>los</strong> bebés supervivientes a su nuevo hogar. Era demasiado pronto<br />

para decirlo, pero había motivos para la esperanza: el nuevo árbol−madre se había preparado en<br />

sólo un día y medio, y había más de tres docenas de bebés que sobrevivieron para hacer la

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