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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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"¡Qué impertinencia!", pensó Qing−jao. Pero su padre asintió. Entonces se volvió hacia su terminal<br />

e hizo correr la pantalla.<br />

−Su padre encontró una diferencia genética en la especie terrestre más importante de Sendero.<br />

−¿El arroz? −preguntó Wang−mu.<br />

Qing−jao se echó a reír.<br />

−No, Wang−mu. Nosotros somos la especie más importante de este mundo.<br />

Wang−mu pareció avergonzarse. Qing−jao la palmeó en el hombro. Todo estaba en su lugar: su<br />

padre había animado demasiado a Wang−mu, la había hecho creer que comprendía cosas que<br />

estaban muy por encima de su educación. Wang−mu necesitaba esos amables recordatorios de vez<br />

en cuando, para no poner sus miras demasiado alto. La muchacha no debía permitirse soñar con ser<br />

la par intelectual de una agraciada por <strong>los</strong> dioses, o su vida se llenaría de decepción y no de dicha.<br />

−Detectó una diferencia genética consistente y hereditaria en algunas de las personas de Sendero,<br />

pero cuando informó de ello, su traslado se produjo casi inmediatamente. Le dijeron que <strong>los</strong> seres<br />

humanos no pertenecían al campo de su estudio.<br />

−¿Te lo dijo ella antes de marcharse? −preguntó Qing−jao.<br />

−¿Keikoa? No lo sabía. Era muy joven, de una edad en la que la mayoría de <strong>los</strong> padres no cargan a<br />

sus hijos con asuntos adultos. De tu edad.<br />

Las implicaciones de esto provocaron otro escalofrío de temor en Qing−jao. Su padre amó a una<br />

mujer que tenía su misma edad; por tanto, Qing−jao, a ojos de su padre, estaba en edad de ser<br />

ofrecida en matrimonio. "No puedes enviarme a la casa de otro hombre", gimió interiormente,<br />

aunque una parte de ella estaba también ansiosa por conocer <strong>los</strong> misterios entre hombre y mujer.<br />

Ambos sentimientos estaban soterrados: debería cumplir con su deber hacia su padre, y nada más.<br />

−Pero su padre se lo contó durante el viaje, porque estaba muy molesto por todo el asunto. Es<br />

imaginable..., su vida quedó interrumpida. Cuando llegaron a Ugarit hace un año, sin embargo, se<br />

sumergió en su trabajo y ella en su educación y trató de no pensar en el tema. Hasta hace unos<br />

pocos días, cuando su padre se encontró con un viejo informe referente a un equipo médico de <strong>los</strong><br />

primeros días de Sendero, que también fue exiliado súbitamente. Empezó a atar cabos y se confió a<br />

Keikoa, y contra su consejo, ella me envió el mensaje que he recibido hoy.<br />

Han Fei−tzu marcó un bloque de texto en la pantalla, y Qing−jao lo leyó.<br />

−¿El primer equipo estaba estudiando el DOC? −preguntó.<br />

−No, Qing−jao. Estudiaban una conducta que se parecía al DOC, pero no podía serlo porque la<br />

etiqueta genética para el desorden obsesivo compulsivo no estaba presente y el estado no respondía<br />

a las drogas específicas para tratar ese desorden.<br />

Qing−jao intentó recordar lo que sabía acerca del DOC. Que hacía que la gente actuara<br />

inadvertidamente como <strong>los</strong> agraciados por <strong>los</strong> dioses. Recordó que entre el primer descubrimiento<br />

de sus lavados de manos y su prueba, le habían suministrado aquellas drogas para comprobar si <strong>los</strong>

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