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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Desde luego. Insiste en venir conmigo. El Portavoz de <strong>los</strong> Muertos tiene un prestigio enorme, y<br />

cree que puede ayudarme.<br />

−Entonces no estarás solo.<br />

−Por supuesto que sí. ¿Cuándo ha necesitado la ayuda de un humanista un hombre vestido con la<br />

armadura de Dios?<br />

−Andrew es católico.<br />

−Va a misa, recibe la comunión, se confiesa regularmente, pero sigue siendo un portavoz de <strong>los</strong><br />

muertos y no creo que realmente crea en Dios. Iré solo.<br />

Miro observó a Quim con nueva admiración.<br />

−Eres un duro hijo de puta, ¿eh?<br />

−Los soldados y <strong>los</strong> herreros son duros. Los hijos de puta tienen sus propios problemas. Sólo soy un<br />

siervo de Dios y de la Iglesia, con una misión que cumplir. Creo que las recientes pruebas sugieren<br />

que corro más peligro con mi hermano que entre <strong>los</strong> pequeninos más heréticos. Desde la muerte de<br />

Humano, <strong>los</strong> pequeninos han mantenido el juramento en todo el mundo: nadie ha levantado una<br />

mano contra un ser humano. Puede que sean herejes, pero siguen siendo pequeninos. Mantendrán el<br />

juramento.<br />

−Lamento haberte golpeado.<br />

−Lo recibí como si fuera un abrazo, hijo mío.<br />

−Ojalá hubiera sido eso, padre Esteváo.<br />

−Entonces lo fue.<br />

Quim se volvió hacia el árbol y empezó a golpear marcando un ritmo. Casi de inmediato, el sonido<br />

empezó a cambiar, en tono y volumen, mientras <strong>los</strong> espacios huecos en el interior del árbol variaban<br />

de forma. Miro esperó unos instantes, escuchando, aunque no comprendía el lenguaje de <strong>los</strong><br />

padres−árbol. Raíz hablaba con la única voz posible que éstos tenían. Una vez habló con voz<br />

propia, tuvo labios articulados con lengua y dientes. Había más de una forma de perder el cuerpo.<br />

Miro había atravesado una experiencia que debería haberlo matado. Había salido de ella lisiado.<br />

Pero todavía podía moverse, aunque torpemente; podía hablar, aunque despacio. Pensaba que sufría<br />

como Job. Raíz y Humano, mucho más lisiados que él, creían haber recibido la vida eterna.<br />

−Una situación bastante fea −intervino Jane en su oído.<br />

"Sí", respondió Miro en silencio.<br />

−El padre Esteváo no debería ir solo −añadió ella−. Los pequeninos eran guerreros con efectos<br />

devastadores. No han olvidado cómo serlo.<br />

"Entonces díselo a Ender −contestó Miro−. Aquí no tengo ningún poder."

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