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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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Valentine pensó en la imagen que había vislumbrado en la nave: personas entrelazadas, familias<br />

atadas por cordones invisibles, hijos a padres, padres entre sí, o a sus propios padres. Una cadena<br />

cambiante de cables que unían a las personas, dondequiera que encajara su relación. Sólo que ahora<br />

la imagen era de sí misma, atada a Ender. Y luego de Ender, atado... a la reina colmena..., la reina<br />

sacudiendo su oviscapto, <strong>los</strong> filamentos temblando, y al final del filamento, la cabeza de Ender,<br />

agitándose, sacudiéndose...<br />

Movió la cabeza, intentando despejar la imagen.<br />

<br />

Esta vez tú no era Valentine: pudo sentir que la pregunta pasaba sobre ella. Y ahora, mientras la<br />

reina colmena esperaba una respuesta, percibió otro pensamiento en su mente. Tan cercano a su<br />

propia forma de pensar que si no hubiera estado en sobreaviso, esperando que Ender respondiese,<br />

habría asumido que era su propio pensamiento natural.<br />

"Nunca −dijo el pensamiento en su mente−. Nunca te mataré. Te quiero."<br />

Y con este pensamiento vino un destello de genuina emoción hacia la reina colmena. De inmediato<br />

la imagen mental de la reina que tenía Valentine dejó de incluir repulsión. En cambio, le pareció<br />

majestuosa, regia, magnífica. Los arcos iris de sus alas ya no parecían una costra viscosa sobre el<br />

agua: la luz que se reflejaba en sus ojos era como un halo; <strong>los</strong> fluidos resplandecientes de la punta<br />

de su abdomen eran <strong>los</strong> hi<strong>los</strong> de la vida, como la leche en el pezón de una mujer cubierto de saliva<br />

de la boca de su bebé. Valentine había estado combatiendo la náusea hasta aquel momento, pero de<br />

repente casi adoró a la reina colmena.<br />

Sabía que era el pensamiento de Ender en su mente: por eso <strong>los</strong> pensamientos se parecían tanto a<br />

<strong>los</strong> suyos propios. Con esta visión de la reina colmena supo de inmediato que había tenido razón<br />

desde el principio, cuando escribió como Demóstenes tantos años antes. La reina era raman, extraña<br />

pero capaz de compren−<br />

der y ser comprendida.<br />

Mientras la visión se difuminaba, Valentine oyó a alguien sollozando. Plikt. En todos <strong>los</strong> años que<br />

habían pasado juntos, Valentine nunca había oído a Plikt mostrar tanta fragilidad.<br />

−Bonita −comentó Miro, en portugués.<br />

¿Eso era todo lo que había visto? ¿La reina colmena era bonita?<br />

La comunicación debía de ser realmente débil entre Miro y Ender... pero, ¿por qué no debería serlo?<br />

No conocía a Ender tan a fondo ni desde hacía tanto tiempo como ella.<br />

Pero si por eso la recepción del pensamiento de Ender era mucho más intensa para Valentine que<br />

para Miro, ¿cómo podía explicar el hecho de que Plikt lo hubiera recibido tan claramente, mucho<br />

más que ella? ¿Era posible que en todos sus años de estudiar a Ender, de admirarlo sin conocerlo,

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