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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−¿Qué, vas a salvarme ahora? últimamente tu récord de salvaciones no es muy alto.<br />

Ender no respondió y ella no volvió a hablarle durante el resto de la tarde. Deambuló hasta llegar<br />

más allá de la verja, pero no se internó en el bosque. Pasó la tarde en la pradera, solo, bajo el cálido<br />

sol.<br />

A veces pensaba, intentando luchar con <strong>los</strong> problemas que aún le acechaban: la flota venía contra<br />

el<strong>los</strong>, Jane sería desconectada pronto, <strong>los</strong> constantes esfuerzos de la descolada por destruir a <strong>los</strong><br />

humanos de Lusitania, el plan de Guerrero para extender la descolada por toda la galaxia, y la<br />

sombría situación en la ciudad ahora que la reina colmena mantenía constante vigilancia sobre la<br />

verja y la estricta penitencia que hacían todos derribando las paredes de sus propias casas.<br />

A veces su mente estaba casi vacía de pensamiento, mientras permanecía de pie, se sentaba o se<br />

tumbaba sobre la hierba, demasiado aturdido para llorar, el rostro de ella atravesándole la memoria,<br />

<strong>los</strong> labios y la lengua formando su nombre, suplicándole en silencio, sabiendo que aunque emitiera<br />

un sonido, aunque gritara, aunque pudiera hacerla oír su voz, no le respondería. Novinha.

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