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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−¡Si Miro no se ha ganado el derecho a hablar en esta familia, entonces no somos una familia!<br />

−Tú lo has dicho −murmuró Olhado.<br />

−Apártate de mi camino −masculló Grego.<br />

Quara le había oído proferir amenazas antes, un millar de veces al menos. Pero esta vez, al estar tan<br />

cerca de él, con su aliento en la cara, se dio cuenta de que estaba fuera de control. La noticia de la<br />

muerte de Quim le había golpeado con fuerza, y tal vez en este momento no estaba cuerdo del todo.<br />

−No estoy en tu camino −dijo Quara−. Adelante. Golpea una mujer. Empuja a un lisiado. Está en tu<br />

naturaleza, Grego. Naciste para destruir. Me avergüenza pertenecer a la misma especie que tú, no<br />

digamos a la misma familia.<br />

Sólo después de hablar se dio cuenta de que tal vez estaba presionando demasiado a Grego.<br />

Después de todos estos años de discusión continuada, esta vez había logrado herirlo. Su expresión<br />

era aterradora.<br />

Pero él no la golpeó. Pasó por su lado rodeándola, rodeando también a Miro, y se plantó en la<br />

puerta, las manos en el marco. Empujaba hacia fuera, como si intentara apartar a las paredes de su<br />

camino. O tal vez se aferraba a ellas, esperando que pudieran sujetarlo.<br />

−No voy a dejar que me enfurezcas, Quara −manifestó−. Sé quién es mi enemigo.<br />

Entonces salió por la puerta y se perdió en la oscuridad. Un momento después, sin decir nada más,<br />

Miro lo siguió. Ela habló mientras se dirigía también a la puerta:<br />

−Sean cuales fueran las mentiras que te estás diciendo, madre, no ha sido Ender ni nadie más quien<br />

ha destruido a esta familia esta noche. Has sido tú.<br />

Entonces se marchó.<br />

Olhado se levantó y salió, sin pronunciar palabra. Quara quiso abofetearlo cuando pasó por su lado,<br />

para hacerle hablar. "¿Lo has grabado todo en <strong>los</strong> ordenadores de tus ojos, Olhado? ¿Tienes todas<br />

las imágenes grabadas en la memoria? Bien, no te sientas demasiado orgul<strong>los</strong>o de ti mismo. Puede<br />

que yo sólo tenga un cerebro hecho de tejidos para grabar esta maravil<strong>los</strong>a noche en la historia de la<br />

familia Ribeira, pero apuesto a que mis imágenes son tan claras como las tuyas."<br />

Novinha contempló a Quara. Su rostro estaba surcado de lágrimas. Quara no pudo recordar: ¿había<br />

visto llorar a su madre alguna vez antes?<br />

−Entonces tú eres todo lo que queda−suspiró.<br />

−¿Yo? −preguntó Quara−. Soy la hija a quien prohibiste el acceso al laboratorio, ¿recuerdas? Soy la<br />

que ha quedado apartada del trabajo de mi vida. No esperes que sea tu amiga.<br />

Entonces también Quara se marchó. Salió al aire de la noche sintiéndose revitalizada, justificada.<br />

"Que la vieja bruja reflexione todo eso durante un tiempo, a ver si le gusta estar aislada, como hizo<br />

conmigo."<br />

Unos cinco minutos después, cuando Quara estaba cerca de la verja y el brillo de su ira se había

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