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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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que un hermano destinado a la tercera vida masticaba hierba nativa que no contenía el virus de la<br />

descolada. Si el nuevo virus de Ela era adecuado, entonces el capim funcionaría como lo había<br />

hecho siempre el que controlaba la descolada.<br />

−Si paso a la tercera vida −manifestó Cristal−, el honor pertenece a Dios y a su siervo Plantador, no<br />

a mí.<br />

Era adecuado que Cristal eligiera usar sus últimas palabras en la lengua de <strong>los</strong> hermanos para alabar<br />

a Plantador. Pero su detalle no cambió el hecho de que pensar en el sacrificio de Plantador hiciera<br />

llorar a muchos humanos. Aunque resultaba difícil interpretar las emociones pequeninas, Ender no<br />

tuvo ninguna duda de que <strong>los</strong> sonidos de charla que emitían <strong>los</strong> pequeninos congregados en el<br />

exterior eran también sollozos o, alguna otra emoción apropiada a la memoria de Plantador. Pero<br />

Cristal se equivocaba al pensar que no había honor para él en esto. Todo el mundo sabía que todavía<br />

podían fracasar, que a pesar de todos <strong>los</strong> motivos de esperanza, no existía ninguna certeza de que la<br />

recolada de Ela tuviera poder para llevar a un hermano a la tercera vida.<br />

Los hermanos alzaron sus cuchil<strong>los</strong> y empezaron a trabajar. "Esta vez no soy yo −pensó Ender−.<br />

Gracias a Dios, no tengo que empuñar un cuchillo para causar la muerte de un hermano." Sin<br />

embargo, no desvió la mirada, como hacían muchos otros humanos. El ritual y la sangre no le<br />

resultaban nuevos, y aunque eso no lo hacía más agradable, al menos sabía que podría soportarlo. Y<br />

si Cristal podía soportar lo que le hicieran, Ender podría soportar ser testigo de ello. Para eso servía<br />

un portavoz de <strong>los</strong> muertos, ¿no? Para ser testigo. Contempló cuanto pudo ver del ritual, mientras<br />

abrían el cuerpo de Cristal y plantaban sus órganos en la tierra, para que el árbol pudiera empezar a<br />

germinar mientras la mente de Cristal estaba todavía alerta y viva. Durante todo el ritual, Cristal no<br />

emitió ningún sonido o realizó movimiento alguno que sugiriera dolor. O su coraje estaba más allá<br />

de todo reconocimiento, o la recolada había cumplido también su misión en el capim, al mantener<br />

sus propiedades anestésicas.<br />

Por fin el trabajo quedó terminado, y <strong>los</strong> hermanos que llevaron a Cristal a la tercera vida<br />

regresaron a la cámara estéril, donde, después de que sus trajes fueran limpiados de la recolada y las<br />

bacterias viricidas, se desprendieron de el<strong>los</strong> y regresaron desnudos al laboratorio. Todos estaban<br />

muy serios, pero a Ender le pa−<br />

reció discernir la excitación y el júbilo que ocultaban. Todo se había desarrollado bien. Habían<br />

sentido el cuerpo de Cristal respondiéndoles. En cuestión de horas, tal vez de minutos, brotarían las<br />

primeras hojas del joven árbol. Y en sus corazones estaban seguros de que así sucedería.<br />

Ender también advirtió que uno de el<strong>los</strong> era un sacerdote. Se preguntó qué diría el obispo, si lo<br />

supiera. El viejo Peregrino había demostrado ser bastante adaptable a la hora de asimilar una<br />

especie alienígena a la fe católica, y para adecuar el ritual y la doctrina a fin de que encajaran con<br />

sus peculiares necesidades. Pero eso no cambiaba el hecho de que Peregrino era un anciano a quien<br />

no le complacía la idea de que <strong>los</strong> sacerdotes participaran en rituales que, a pesar de su claro<br />

parecido a la crucifixión, seguían sin ser <strong>los</strong> sacramentos reconocidos. Bueno, estos hermanos<br />

sabían lo que hacían. Hubieran anunciado al obispo la participación de uno de sus sacerdotes o no,<br />

Ender no lo mencionaría, ni lo haría ninguno de <strong>los</strong> otros humanos presentes si es que alguno se<br />

había dado cuenta.<br />

Sí, el árbol crecía, y con gran vigor, y las hojas se alzaban visiblemente mientras miraban. Pero<br />

pasarían muchas horas, días quizás, antes de que averiguaran si era un padre−árbol, con Cristal<br />

todavía vivo y consciente en su interior. Una eternidad de espera, donde el árbol de Cristal tendría<br />

que crecer en perfecto aislamiento.

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