27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

a todos. No más rituales, no más cesión al desorden de nuestros cerebros. Por eso vuelvo a<br />

preguntártelo: si es posible, ¿debemos hacerlo? Causaría desorden aquí. Wang−mu y yo hemos<br />

planeado cómo actuaremos, cómo anunciaremos lo que estamos haciendo para que el pueblo<br />

comprenda, para que haya una oportunidad de que <strong>los</strong> agraciados no sean masacrados y renuncien<br />

amablemente a sus privilegios.<br />

−Los privilegios no son nada −dijo Qing−jao−. Tú mismo me lo enseñaste. Sólo son la forma que<br />

tiene el pueblo de expresar su reverencia a <strong>los</strong> dioses.<br />

−Ay, hija mía, ojalá supiera que hay más agraciados que comparten esa humilde visión de nuestra<br />

situación. Demasiados consideran que es su derecho mostrarse altaneros y opresivos, porque <strong>los</strong><br />

dioses les hablan a el<strong>los</strong> y no a <strong>los</strong> demás.<br />

−Entonces <strong>los</strong> dioses <strong>los</strong> castigarán. No temo a vuestro virus.<br />

−Pero sí tienes miedo, Qing−jao, lo veo.<br />

−¿Cómo puedo decirle a mi padre que no ve lo que afirma ver? Sólo puedo decir que yo debo de<br />

estar ciega.<br />

−Sí, mi Qing−jao, lo estás. Ciega a propósito. Ciega a tu propio corazón. Porque incluso ahora<br />

tiemblas. Nunca has estado segura de que yo me equivocara. Desde que Jane nos mostró la<br />

auténtica naturaleza de la voz de <strong>los</strong> dioses, has estado insegura de lo que era cierto.<br />

−Entonces estoy insegura de que sale el sol. Estoy insegura de la vida.<br />

−Todos estamos inseguros de la vida, y el sol permanece en el mismo sitio, día y noche, sin subir ni<br />

caer. Somos nosotros quienes subimos y caemos.<br />

−Padre, no temo nada de ese virus.<br />

−Entonces nuestra decisión está tomada. Si <strong>los</strong> lusitanos pueden traernos el virus, lo usaremos.<br />

Han Fei−tzu se levantó para marcharse.<br />

Pero la voz de Qing−jao le detuvo antes de que llegara a la puerta.<br />

−¿Es éste el disfraz que tomará el castigo de <strong>los</strong> dioses?<br />

−¿Qué? −preguntó él.<br />

−Cuando castiguen a Sendero por tu iniquidad al trabajar contra <strong>los</strong> dioses que han dado su<br />

mandato al Congreso, ¿disfrazarán su castigo haciendo que parezca un virus que <strong>los</strong> silencia?<br />

−Ojalá <strong>los</strong> perros me hubieran arrancado la lengua antes de haberte enseñado a pensar de esa forma.<br />

−Los perros están ya arrancándome el corazón −le respondió Qing−jao−. Padre, te lo suplico, no<br />

hagas eso. No dejes que tu rebeldía provoque a <strong>los</strong> dioses para que permanezcan silenciosos en toda<br />

la faz de este mundo.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!