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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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No puede ver o saber nada que no se haya introducido como dato en un ordenador que esté<br />

conectado a la gran telaraña entre mundos.<br />

Es una limitación menor de lo que cabría suponer. Ella tiene acceso casi inmediato a <strong>los</strong> crudos<br />

inputs de cada nave, cada satélite, cada sistema de control de tráfico, y a casi todos <strong>los</strong> aparatos<br />

espías controlados electrónicamente en el universo humano. Pero sí significa que prácticamente<br />

nunca es testigo de las peleas de <strong>los</strong> amantes, de las historias de cama, de las discusiones de clase,<br />

de <strong>los</strong> chismorreos de sobremesa o las amargas lágrimas derramadas en privado. Sólo conoce ese<br />

aspecto de nuestras vidas que representamos como información digital.<br />

Si le preguntaran el número exacto de seres humanos que habitan <strong>los</strong> mundos colonizados, daría<br />

rápidamente un número basado en las cifras censadas combinadas con las probabilidades de<br />

nacimientos y muertes en todos nuestros grupos de población. En la mayoría de <strong>los</strong> casos, podría<br />

encajar números y nombres, aunque ningún humano lograría vivir lo suficiente para leer la lista. Y<br />

si escogieran ustedes un nombre en el que acabaran de pensar (Han Qing−jao, por ejemplo), y le<br />

preguntaran a Jane: "¿Quién es esta persona?", ella les daría casi inmediatamente <strong>los</strong> datos vitales:<br />

fecha de nacimiento, ciudadanía, parentesco, altura, peso, último reconocimiento médico y<br />

calificaciones en el colegio."<br />

Pero todo eso es información gratuita, ruido de fondo para ella: sabe que está allí, pero no significa<br />

nada. Preguntarle acerca de Han Qing−jao sería como hacerle una pregunta sobre una molécula<br />

concreta de vapor de agua en una nube distante. La molécula está en efecto allí, pero no hay nada<br />

para diferenciarla del millón de otras en su inmediata vecindad.<br />

Eso fue cierto hasta el momento en que Han Qing−jao empezó a usar su ordenador para acceder a<br />

todos <strong>los</strong> informes referidos a la desaparición de la Flota Lusitania. Entonces el nombre de<br />

Qing−jao subió muchos niveles en la atención de Jane, que empezó a mantener un archivo sobre<br />

todo lo que hacía Qing−jao con el ordenador. Rápidamente le resultó claro que Han Qing−jao,<br />

aunque sólo tenía dieciséis años, representaba un grave problema para Jane. Porque Han Qing−jao,<br />

desconectada como estaba de cualquier burocracia concreta, sin tener ningún eje ideológico sobre el<br />

que girar o un interés oculto que proteger, daba una perspectiva más amplia y por tanto más<br />

peligrosa a toda la información que todas las agencias humanas habían recogido.<br />

¿Por qué era peligroso? ¿Había dado Jane pistas que Qing−jao pudiera seguir?<br />

No, por supuesto que no. Jane no dejaba ninguna huella. Había pensado en dejar algunas, para<br />

intentar que la desaparición de la Flota Lusitania pareciera sabotaje, un fallo mecánico o algún<br />

desastre natural. Tuvo que renunciar a aquella idea, porque no podía crear ninguna prueba física.<br />

Sólo podía dejar datos confusos en las memorias de <strong>los</strong> ordenadores. Ninguno tendría jamás un<br />

análogo físico en el mundo real, y por tanto cualquier investigador medianamente inteligente<br />

advertiría enseguida que las pistas eran datos falsos. Entonces el mundo llegaría a la conclusión de<br />

que la desaparición de la Flota Lusitania tenía que haber sido causada por alguna agencia que tenía<br />

acceso detallado e inimaginable a <strong>los</strong> sistemas informáticos que poseían <strong>los</strong> datos falsos.<br />

Seguramente eso conduciría a su descubrimiento con más rapidez que si no dejaba ninguna<br />

evidencia.<br />

No dejar rastro era el mejor rumbo, sin duda; y hasta que Han Qing−jao empezó su investigación,<br />

funcionó muy bien. Cada agencia investigadora buscó sólo en <strong>los</strong> lugares donde miraban<br />

normalmente. La policía de muchos planetas comprobó todos <strong>los</strong> grupos disidentes conocidos (y, en<br />

algunos lugares, torturó a varios hasta que éstos hicieron confesiones inútiles, y en ese punto <strong>los</strong>

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