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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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siempre lo hacía con la más difícil, para que <strong>los</strong> dioses no la despreciaran. Pero esta noche estaba<br />

llena de la seguridad de que <strong>los</strong> dioses elegían por ella. La primera línea fue gruesa, ondulada pero<br />

fácil de ver. ¡Ya se mostraban piadosos! El ritual de esta noche sería casi una conversación entre<br />

ella y <strong>los</strong> dioses. Hoy había atravesado una barrera invisible: se<br />

había acercado más a la clara comprensión de su padre. Tal vez algún día <strong>los</strong> dioses le hablarían con<br />

la claridad con que la gente llana creía que todos <strong>los</strong> agraciados oían.<br />

−Sagrada −llamó Wang−mu.<br />

Fue como si la alegría de Qing−jao estuviera hecha de cristal y Wang−mu la hubiera roto<br />

deliberadamente. ¿No sabía que cuando un ritual se interrumpía había que empezar de nuevo?<br />

Qing−jao se alzó sobre sus rodillas y se volvió hacia la niña.<br />

Wang−mu debió de ver la furia en su cara, pero no la comprendió.<br />

−Oh, lo siento −dijo de inmediato, cayendo de rodillas e inclinando la cabeza hasta el suelo−.<br />

Olvidé que no debo llamarte "sagrada". Sólo quería preguntarte qué estás buscando, para ayudarte.<br />

Qing−jao casi se echó a reír ante tanta confusión. Naturalmente, Wang−mu no tenía ni idea de que<br />

<strong>los</strong> dioses le estaban hablando. Ahora, interrumpida su furia, Qing−jao se avergonzó de ver cómo la<br />

muchacha temía su ira. Le pareció mal que Wang−mu tuviera la cabeza en el suelo. No le gustaba<br />

ver a otra persona tan humillada.<br />

"¿Cómo la he asustado tanto? Yo estaba llena de alegría, porque <strong>los</strong> dioses me hablaban claramente.<br />

Pero mi alegría era tan egoísta que cuando me interrumpió en su inocencia, le volví la cara con<br />

odio. ¿Es así como respondo a <strong>los</strong> dioses? ¿El<strong>los</strong> me muestran un rostro de amor, y yo lo traduzco<br />

en odio hacia la gente, sobre todo a quien está en mi poder? Una vez más, <strong>los</strong> dioses han encontrado<br />

un medio de mostrarme mi indignidad."<br />

−Wang−mu, no debes interrumpirme cuando me encuentres agachada así en el suelo.<br />

Entonces le explicó el ritual purificador que <strong>los</strong> dioses le exigían.<br />

−¿Debo hacerlo yo también? −preguntó Wang−mu.<br />

−No, a menos que <strong>los</strong> dioses te lo ordenen.<br />

−¿Cómo lo sabré?<br />

−Si no te ha sucedido ya a tu edad, Wang−mu, probablemente no lo harán nunca. Pero si sucediera,<br />

lo sabrías, porque no tendrías poder para resistir a la voz de <strong>los</strong> dioses en tu mente.<br />

Wang−mu asintió con gravedad.<br />

−¿Cómo puedo ayudarte..., Qing−jao? −pronunció el nombre de su señora con cuidado, con<br />

reverencia.<br />

Por primera vez, QÍng−jao advirtió que su nombre, que sonaba dulcemente afectuoso cuando su<br />

padre lo decía, podía parecer exaltado cuando se pronunciaba con tanta reverencia. Ser llamada<br />

Gloriosamente Brillante en un momento en que Qing−jao era agudamente consciente de su falta de

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