27.03.2013 Views

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

dejan en paz. Las feas son libres de tener sus propios pensamientos. No tienen que decir cosas<br />

bonitas a sus señoras.<br />

Qing−jao pensó en las sirvientas de la casa de su padre. Sabía que Han Fei−tzu nunca molestaría a<br />

ninguna de ellas. Y nadie tenía que decirle cosas bonitas a ella.<br />

−En mi casa es diferente −declaró.<br />

−Pero yo no sirvo en tu casa −contestó Wang−mu.<br />

Entonces, de repente, toda la escena se aclaró. Wang−mu no le había hablado por impulso. Lo había<br />

hecho con la esperanza de que le ofreciera un lugar como sirviente en la casa de una dama<br />

agraciada por <strong>los</strong> dioses. Por lo que sabía, el chismorreo en la ciudad trataba de la joven dama<br />

agraciada Han Qing−jao, que había terminado su formación con sus tutores y se había embarcado<br />

en su primera tarea adulta, y que no tenía aún marido ni doncella secreta. Si Wang−mu se había<br />

abierto paso en la misma cuadrilla de la labor virtuosa que Qing−jao para mantener precisamente<br />

esta conversación. Durante un momento, Qing−jao se enfureció. Luego pensó: "¿Por qué no podría<br />

hacer exactamente lo que ha hecho? Lo peor que podría pasarle es que yo adivinara lo que hacía,<br />

me enfadara y no la contratara. Entonces no estaría peor que antes. Y si no me diera cuenta de sus<br />

intenciones y me cayera bien y la contratara, sería la doncella secreta de una dama agraciada por<br />

<strong>los</strong> dioses. Si yo estuviera en su lugar, ¿no haría lo mismo?".<br />

−¿Crees que puedes engañarme? −preguntó−. ¿Crees que no sé que quieres que te contrate como<br />

sirvienta?<br />

Wang−mu pareció aturdida, enfadada, temerosa. Sin embargo, prudentemente, no dijo nada.<br />

−¿Por qué no me respondes con ira? −se extrañó Qing−jao−. ¿Por qué no niegas que me has<br />

hablado solamente para que te contrate?<br />

−Porque es cierto −contestó Wang−mu−. Te dejo tranquila ahora.<br />

Eso era lo que Qing−jao esperaba oír, una respuesta sincera. No tenía ninguna intención de dejar ir<br />

a Wang−mu.<br />

−¿Cuánto de lo que me has dicho es verdad? ¿Quieres una buena educación? ¿Quieres hacer algo<br />

mejor en tu vida que servir?<br />

−Todo −respondió Wang−mu, y había pasión en su voz−. Pero ¿qué te importa a ti? Soportas la<br />

terrible carga de la voz de <strong>los</strong> dioses.<br />

Wang−mu pronunció su última frase con un sarcasmo tan desdeñoso que Qing−jao casi se rió en<br />

voz alta, pero se contuvo. No había ningún motivo para hacer que la muchacha se enfadara más de<br />

lo que ya lo estaba.<br />

−Si Wang−mu, hija−del−corazón de la Real Madre del Oeste, te contrataré como mi doncella<br />

secreta, pero sólo si estás de acuerdo con las siguientes condiciones. Primero, me dejarás ser tu<br />

maestra y estudiarás todas las lecciones que te asigne. Segundo, siempre me hablarás como a una<br />

igual y nunca te inclinarás ante mí ni me llamarás "sagrada". Y tercero...

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!