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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Entonces recuerda lo que hacéis y muéstramelo.<br />

Olvidas que no te gusta que te mostremos cosas a través de nuestros ojos.><br />

Era cierto. Lo había intentado un par de veces, cuando era muy joven y acababa de descubrir la<br />

crisálida. No podía soportarlo, no podía sacarle ningún sentido. Destel<strong>los</strong>, unos cuantos momentos<br />

claros, pero todo resultaba tan confuso que se dejó llevar por el pánico, y probablemente se<br />

desmayó, aunque se encontraba solo<br />

y no pudo estar seguro de lo que había sucedido, desde un punto de vista clínico.<br />

−Si no puedes decírmelo, tenemos que hacer algo.<br />

<br />

−No. Te diré que pares. No me mató antes.<br />

Intentaremos... algo intermedio. Algo más suave. Nosotras recordaremos, y te diremos lo que pasa.<br />

Te mostraremos fragmentos. Te protegeremos. A salvo.><br />

−Inténtalo, sí.<br />

La reina colmena no le dio tiempo de reflexionar o prepararse. De inmediato, Ender sintió que veía<br />

a través de ojos compuestos, no muchas lentes con la misma visión, sino cada lente con su propia<br />

imagen. Experimentó la misma vertiginosa sensación de muchos años atrás. Pero esta vez<br />

comprendió un poco mejor, en parte porque ella lo hizo menos intenso que antes, y en parte porque<br />

ahora tenía más datos acerca de la reina y de lo que le estaba haciendo.<br />

Las múltiples visiones diferentes era lo que veía cada una de las obreras, como si fueran un solo ojo<br />

conectado al mismo cerebro. No había ninguna esperanza de que Ender sacara sentido a tantas<br />

imágenes a la vez.<br />

<br />

La mayoría de las visiones desaparecieron casi inmediatamente. Entonces, una a una, las otras<br />

fueron clasificadas. Ender imaginó que ella debía de tener algún principio organizador para las<br />

obreras. Pudo descartar a las que no formaran parte del proceso creador de reinas. luego, por bien<br />

de Ender, tuvo que elegir incluso entre aquellas que sí lo eran, y eso fue más difícil porque<br />

normalmente podía escoger mejor las visiones por tareas que por obreras individuales. Sin embargo,<br />

por fin fue capaz de mostrarle una imagen primaria y él logró enfocarse en ella, ignorando <strong>los</strong><br />

destel<strong>los</strong> y parpadeos de las visiones periféricas.<br />

La puesta de una reina. Ella se lo había mostrado antes, con una visión cuidadosamente planeada la<br />

primera vez que la vio, cuando intentaba explicarle cosas. Ahora, sin embargo, no se trataba de una<br />

presentación estilizada y cuidadosamente orquestada. La claridad había desaparecido. Era oscuro,<br />

distraído, real. Era memoria, no arte.

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