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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Espero que mantengas la boca cerrada, ¿o es imposible, siquiera por diez minutos?<br />

La voz de Kovano contenía auténtica furia. Los ojos de Quara se abrieron de par en par y se sentó<br />

con más rigidez en su silla.<br />

−La otra mitad de nuestro problema es un joven físico que, desgraciadamente, ha conservado el<br />

contacto común. −Kovano alzó una ceja al mirar a Grego−. Si te hubieras convertido en un<br />

intelectual apartado... En cambio, pareces haber cultivado la amistad de <strong>los</strong> lusitanos más estúpidos<br />

y violentos.<br />

−Con personas que están en desacuerdo con usted, querrá decir−objetó Grego.<br />

−Con personas que olvidan que este mundo pertenece a <strong>los</strong> pequeninos −espetó Quara.<br />

−Los mundos pertenecen a las personas que <strong>los</strong> necesitan y saben cómo hacer que produzcan<br />

−insistió Grego.<br />

−Callaos la boca, niños, o seréis expulsados de esta reunión mientras <strong>los</strong> adultos deciden.<br />

Grego miró a Kovano.<br />

−No me hable en ese tono.<br />

−Te hablaré como quiera −dijo Kovano−. Por lo que a mí respecta, ambos habéis quebrantado las<br />

obligaciones legales para mantener un secreto, y debería haceros encerrar a ambos.<br />

−¿Bajo qué acusación?<br />

−Recordarás que tengo poderes de emergencia. No necesito ninguna acusación hasta que la<br />

emergencia haya pasado. ¿Está claro?<br />

−No lo hará. Me necesita −dijo Grego−. Soy el único físico decente en Lusitania.<br />

−La física no vale un comino si acabamos en una especie de competición con <strong>los</strong> pequeninos.<br />

−Es a la descolada a lo que tenemos que enfrentarnps −alegó Grego.<br />

−Estamos perdiendo el tiempo −suspiró Novinha.<br />

Quim miró a su madre por primera vez desde el inicio de la reunión. Parecía muy nerviosa.<br />

Temerosa. No la había visto así desde hacía muchos años.<br />

−Estamos aquí para tratar de esa descabellada misión de Quim −continuó Novinha.<br />

−Se llama padre Esteváo −dijo el obispo Peregrino.<br />

Era muy estricto en lo relativo a dar la dignidad adecuada a <strong>los</strong> dignatarios de la Iglesia.<br />

−Es mi hijo −respondió Novinha−. Lo llamaré como me plazca.

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