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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−Eso no lo sabes. Ignoras lo que es tu esencia.<br />

−Me estás diciendo que encuentre mi alma.<br />

Hizo que su voz sonara burlona al pronunciar la palabra.<br />

−Jane, el milagro no fue que el muñeco renaciera en el niño. El milagro fue el hecho de que la<br />

marioneta llegara a cobrar vida. Algo sucedió que convirtió unas conexiones informáticas sin<br />

significado en un ser consciente de sí mismo. Algo te creó. Eso es lo extraño. Después de eso, la<br />

otra parte debería ser fácil.<br />

Arrastraba las palabras. "Quiere que me vaya para poder dormir, pensó Jane.<br />

−Trabajaré sobre esto.<br />

−Buenas noches −murmuró él.<br />

Cayó dormido casi de inmediato. "¿Ha llegado a estar despierto? −se preguntó Jane−. ¿Recordará<br />

por la mañana que hemos hablado?"<br />

Entonces sintió que la cama se movía. Novinha: su respiración era diferente. Sólo entonces se dio<br />

cuenta Jane. "Novinha se despertó cuando Ender y yo estábamos hablando. Sabe lo que significan<br />

esos chasquidos y lamidos casi inaudibles: que Ender estaba subvocalizando para hablar conmigo.<br />

Puede que Ender olvide que hemos hablado esta noche, pero Novinha no lo olvidará. Como si lo<br />

hubiera sorprendido en la cama con una amante. Si pudiera pensar en mí de otra manera... Como<br />

una hija. Como la hija bastarda de Ender, fruto de una vieja relación. Su hija nacida del juego de la<br />

fantasía. ¿Estaría ce<strong>los</strong>a entonces? ¿Soy hija de Ender?"<br />

Jane empezó a investigar en su propio pasado. Empezó a estudiar su propia naturaleza. Empezó a<br />

intentar descubrir quién era y por qué estaba viva.<br />

Pero como era Jane, y no un ser humano, también se dedicaba a otras tareas. Al mismo tiempo<br />

seguía la investigación de Qing−jao a través de <strong>los</strong> datos relacionados con Demóstenes, observando<br />

cómo se acercaba cada vez más a la verdad.<br />

Sin embargo, la actividad más urgente de Jane era buscar una forma de conseguir que Qing−jao ya<br />

no quisiera encontrarla. Ésa era la tarea más difícil de todas, pues a pesar de todas sus<br />

conversaciones con Ender, <strong>los</strong> seres humanos individuales seguían constituyendo un misterio. Jane<br />

había llegado a una conclusión: "no importa lo bien que conozcas las obras de una persona, y lo que<br />

pensaba que estaba haciendo cuando lo realizó y lo que piensa ahora de sus logros; es imposible<br />

estar seguro de lo que hará a continuación". Sin embargo, no tenía más remedio que intentarlo. Así<br />

que empezó a observar la casa de Han Fei−tzu de una manera en la que no había observado a nadie<br />

excepto a Ender y, más recientemente, a su hijastro Miro. Ya no podía esperar a que Qing−jao y su<br />

padre introdujeran datos en el ordenador e intentar comprender<strong>los</strong> a partir de el<strong>los</strong>. Ahora tuvo que<br />

tomar el control del ordenador de la casa para usar <strong>los</strong> receptores de audio y vídeo de <strong>los</strong> terminales<br />

situados en casi todas las habitaciones para que se convirtieran en sus ojos y oídos. Los vigilaba.<br />

Sola y apartada, dedicó a el<strong>los</strong> una considerable parte de su atención, estudiando y analizando sus<br />

palabras, sus acciones, intentando discernir lo que querían decirse.

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