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ENDER EL XENOCIDA Orson Scott Card - los dependientes

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−¿Por qué estás enfadada?−preguntó Qing−jao.<br />

Horrorizada al ver que había dejado que sus sentimientos se traslucieran en su rostro, Wang−mu<br />

inclinó la cabeza.<br />

−Perdóname −dijo.<br />

−Por supuesto que te perdono, pero también quiero comprenderte. ¿Te enfadaste porque me reí de<br />

ti? Lo siento, no debería haberlo hecho. Sólo llevas unos pocos meses estudiando conmigo; es<br />

normal que a veces te olvides y retrocedas a las creencias con las que creciste, y está mal que yo me<br />

ría. Por favor, perdóname por eso.<br />

−Oh, señora, no es apropiado que yo te perdone. Eres tú quien debes perdonarme a mí.<br />

−No, yo estaba equivocada. Lo sé, <strong>los</strong> dioses me han mostrado mi indignidad por reírme de ti.<br />

"Entonces <strong>los</strong> dioses son muy estúpidos, si piensan que fue tu risa lo que me enfadó. O eso o es que<br />

te están mintiendo. Odio a tus dioses y cómo te humillan sin decirte jamás una sola cosa que<br />

merezca la pena conocer. ¡Y que me caiga muerta por pensar eso!"<br />

Pero Wang−mu sabía que aquello no sucedería. Los dioses nunca alzarían un dedo contra ella. Sólo<br />

hacían que Qing−jao, quien a pesar de todo era su amiga, se inclinara y se arrastrara por el suelo<br />

hasta que Wang−mu se sentía tan avergonzada que deseaba morir.<br />

−Señora, no has hecho nada malo y no estoy ofendida.<br />

No sirvió de nada. Qing−jao se tiró al suelo. Wang−mu se dio la vuelta y enterró la cara en las<br />

manos, pero guardó silencio, negándose a emitir un sonido ni siquiera en su llanto, porque eso<br />

obligaría a Qing−jao a empezar de nuevo. O la convencería de que la había ofendido tanto que<br />

tendría que seguir dos líneas, o tres, o (¡no lo quisieran <strong>los</strong> dioses!) todo el suelo otra vez. "Algún<br />

día −pensó Wang−mu−, <strong>los</strong> dioses le dirán a Qing−jao que siga el rastro de todas las líneas de todas<br />

las tablas de todas las habitaciones de la casa, y se morirá de hambre o de sed o se volverá loca en el<br />

intento."<br />

Para evitar llorar de frustración, Wang−mu se obligó a mirar el terminal y examinar el informe que<br />

había leído Qing−jao. Valentine Wiggin había nacido en la Tierra durante las Guerras Insectoras.<br />

Empezó a usar el nombre de Demóstenes siendo niña, al mismo tiempo que su hermano Peter, que<br />

empleó el nombre de Locke y luego se convirtió en el Hegemón. No era simplemente una Wiggin:<br />

era una de <strong>los</strong> Wiggin, hermana de Peter el Hegemón y de Ender el Xenocida. Sólo fue una nota al<br />

pie de las historias. Wang−mu ni siquiera había recordado el nombre hasta ahora, sólo el hecho de<br />

que Peter y el monstruo Ender tenían una hermana. Pero la hermana resultó ser tan extraña como<br />

el<strong>los</strong>; era la inmortal; era la que seguía cambiando a la humanidad con sus palabras.<br />

Wang−mu apenas podía creerlo. ¡Demóstenes ya había sido importante en su vida, pero ahora se<br />

enteraba de que el verdadero Demóstenes era la hermana del Hegemón! Aquel cuya historia se<br />

narraba en el libro sagrado de <strong>los</strong> portavoces de <strong>los</strong> muertos: la Reina Colmena y el Hegemón. Y no<br />

era sagrado sólo para el<strong>los</strong>. Prácticamente todas las religiones habían dejado un espacio para aquel<br />

libro, porque la historia era decisiva, acerca de la destrucción de la primera especie alienígena<br />

descubierta por la humanidad, y luego acerca de la terrible lucha entre el bien y el mal que se<br />

desarrolló en el alma del primer hombre que unió a todos <strong>los</strong> hombres bajo un solo gobierno. Una

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