09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

limpio sería otra de nuestras acostumbradas disputas sobre George...: «sensiblería<br />

lloriqueante» versus «burocracia dogmática». O tal vez —pues era un hombre muy<br />

ignorante acerca de sus motivos— se creía resentido por mi r<strong>el</strong>ación con Paul. Y<br />

quizá sí lo estaba. La cuestión es que, obligada por la situación, lo único que se me<br />

ocurrió decir fue:<br />

—Maryrose.<br />

Si me obligaran a hablar ahora, diría que, en <strong>el</strong> fondo, todas las mujeres<br />

creen que si sus hombres no las satisfacen, tienen todo <strong>el</strong> derecho a irse con otros.<br />

Ésta es su idea básica y más poderosa, al margen de que más tarde se ablanden o<br />

no, bien sea por piedad o por conveniencia. Pero Willi y yo no estábamos unidos<br />

por <strong>el</strong> sexo. Y por lo tanto... Escribo esto y me doy cuenta de lo fuertes que debían<br />

de ser los <strong>el</strong>ementos de discusión entre ambos para que, incluso ahora, por instinto<br />

y por mera costumbre, reflexione sobre <strong>el</strong>lo en términos de quién tenía razón.<br />

Aqu<strong>el</strong>la noche no discutimos. Al cabo de un momento empezó su solitario<br />

tarareo:<br />

—¡Oh! El tiburón tiene malvados dientes, querido...<br />

Mientras, se dispuso a leer <strong>el</strong> libro, y yo me dormí.<br />

Al día siguiente, <strong>el</strong> mal humor imperaba en todo <strong>el</strong> hot<strong>el</strong>. June Boothby<br />

había ido a un baile con su novio y no había vu<strong>el</strong>to hasta la madrugada. El señor<br />

Boothby le gritó a su hija cuando apareció, y la señora Boothby se echó a llorar. La<br />

riña con Jackson había causado malestar en todo <strong>el</strong> personal. Los camareros se<br />

mostraron hoscos con nosotros durante <strong>el</strong> almuerzo. Jackson, siguiendo <strong>el</strong> horario<br />

establecido al pie de la letra, se marchó a las tres dejando a la señora Boothby<br />

sola, preparando la comida para <strong>el</strong> baile de aqu<strong>el</strong>la noche. June se negó a ayudar a<br />

su madre por la manera como le había hablado <strong>el</strong> día anterior. Y nosotros también<br />

nos negamos a ayudar. Oímos a June que gritaba:<br />

—Si no fueras tan avara, ya habrías contratado a otro ayudante y no te<br />

harías la mártir por querer ahorrar cinco libras al mes.<br />

La señora Boothby tenía los ojos enrojecidos, y su rostro mostraba de nuevo<br />

la expresión de quien está sometido a un tumulto frenético de emociones. Iba<br />

detrás de June, protestando. No es que fuera avara, pues cinco libras no<br />

significaban nada para los Boothby. Imagino que si no tenían otro cocinero era<br />

porque a <strong>el</strong>la no le importaba trabajar <strong>el</strong> doble, y no comprendía cómo podía<br />

importarle a Jackson.<br />

Se marchó a su casa para descansar en la cama. Stanley Lett estaba en la<br />

terraza con la señora Lattimer. El té lo acostumbraba a servir, a las cuatro, un<br />

camarero; pero la señora Lattimer tenía dolor de cabeza y pidió un café. Supongo<br />

que había estado discutiendo con su marido, aunque entonces contábamos hasta<br />

tal punto con su tolerancia, que no se nos ocurrió hasta después. Stanley Lett fue a<br />

la cocina para pedirle al camarero que hiciera café, pero <strong>el</strong> café estaba encerrado<br />

en un armario y las llaves las tenía Jackson, como criado fi<strong>el</strong> de la casa. Stanley<br />

Lett se fue a la barraca de Jackson para buscar las llaves. No creo que se le<br />

ocurriera considerar aqu<strong>el</strong>lo poco oportuno, dadas las circunstancias, pues para él<br />

sólo se trataba de «organizar» provisiones, como solía decir. Jackson, que tenía<br />

simpatía por Stanley porque asociaba a los hombres de la RAF con un tratamiento<br />

humano, salió de su barraca para abrir <strong>el</strong> armario y hacerle café a la señora<br />

Lattimer. Pero la señora Boothby debió de verlo todo desde las ventanas de su<br />

126

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!