09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Se trataba de un hombre joven, de unos treinta años, calculó <strong>el</strong>la; con<br />

cab<strong>el</strong>lo espeso y castaño, como un gorro de pi<strong>el</strong> de animal sano, y cara d<strong>el</strong>gada e<br />

int<strong>el</strong>igente, con gafas. Era <strong>el</strong> americano listo, competente y astuto, un tipo de<br />

hombre que <strong>el</strong>la conocía bien y al que había «nombrado» como cien veces más<br />

sofisticado que su correspondiente inglés, con lo cual quería significar que era <strong>el</strong><br />

habitante de un país imbuido en una desesperación todavía no localizada en<br />

Europa.<br />

Empezó a dar excusas, mientras subían las escaleras, por haber tenido que<br />

reunirse con su agente; pero <strong>el</strong>la le interrumpió para preguntarle si se había<br />

divertido en la reunión. Él soltó una risotada brusca y dijo:<br />

—¡Vaya! Me has cogido con las manos en la masa.<br />

—Podrías haber dicho tranquilamente que querías ir a una reunión.<br />

Estaban en la cocina, examinándose mutuamente, sonrientes. Anna<br />

pensaba: «Una mujer sin hombre no puede conocer a un hombre, sea quien sea,<br />

tenga la edad que tenga, sin pensar siquiera por medio segundo que quizás esté<br />

d<strong>el</strong>ante d<strong>el</strong> hombre. Por esto me irritó su mentira acerca de la reunión. ¡Qué<br />

aburrimiento, todas estas emociones tan archiconocidas!».<br />

De pronto, Anna dijo:<br />

—¿Quieres ver la habitación<br />

Él estaba de pie, con la mano apoyada en <strong>el</strong> respaldo de una silla de cocina<br />

pintada de amarillo, intentando sobreponerse a la demasiada bebida que había<br />

ingerido en la fiesta, y repuso:<br />

—Sí.<br />

Pero no se movió.<br />

—Me llevas ventaja; yo estoy sobria. Pero hay una serie de cosas que debo<br />

decir. Primero, que ya sé que no todos los americanos son ricos y que <strong>el</strong> alquiler es<br />

bajo. —Él sonrió—. Segundo, que supongo que estarás escribiendo la gran nov<strong>el</strong>a<br />

épica americana y...<br />

—Te equivocas; todavía no he empezado —le interrumpió.<br />

—Imagino que te estás psicoanalizando porque tienes problemas.<br />

—De nuevo te equivocas. Visité una vez a un encogedor de cabezas y decidí<br />

que lo haría mejor yo solo.<br />

—Bueno, eso está bien. Por lo menos quiere decir que se te podrá hablar.<br />

—¿Por qué estás tan a la defensiva<br />

—Yo hubiera dicho, más bien, agresiva —puntualizó Amia, riéndose.<br />

Notó, con interés, que lo mismo podría haber llorado.<br />

544

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!