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el-cuaderno-dorado_dorislessing

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Paul le hizo <strong>el</strong> amor. Ella pensó: «Bueno, tiene razón; es <strong>el</strong> mejor momento.<br />

Ahora y aquí, donde todo es tan hermoso». Su cuerpo guardaba demasiados<br />

recuerdos de su esposo para poder librarse de todas las tensiones. Pero pronto se<br />

entregó, con confianza, pues sus cuerpos se entendían perfectamente. (Aunque fue<br />

sólo más tarde cuando usó expresiones como «nuestros cuerpos se entendían<br />

perfectamente». Lo que pensó aqu<strong>el</strong>la tarde fue: «Nos entendemos<br />

perfectamente».) Sin embargo, abrió un instante los ojos y vio la cara de él, que<br />

tenía una mirada dura, casi horrible. Cerró los ojos para no verlo y fue f<strong>el</strong>iz en los<br />

momentos d<strong>el</strong> amor. Después pudo ver nuevamente en <strong>el</strong> rostro de él aqu<strong>el</strong>la<br />

mirada de dureza, y de forma instintiva hizo un movimiento para apartarse. Pero él<br />

la retuvo poniéndole la mano sobre <strong>el</strong> estómago, y dijo, medio en broma:<br />

—Estás demasiado d<strong>el</strong>gada.<br />

Ella se rió, sin ofenderse, pues <strong>el</strong> modo de sentir su carne acariciada por<br />

aqu<strong>el</strong>la mano le había demostrado claramente que a él le gustaba tal como era. Y<br />

<strong>el</strong>la misma se gustaba, desnuda. Tenía un cuerpo d<strong>el</strong>icado y ligero, anguloso en los<br />

hombros y en las rodillas, pero con los pechos y <strong>el</strong> estómago blancos y r<strong>el</strong>ucientes,<br />

y unos pies d<strong>el</strong>icados. A menudo había querido ser distinta, ser más ancha, más<br />

llena y redonda, «más mujer»; pero ahora, la manera como la tocaba él abolía todo<br />

esto. Era f<strong>el</strong>iz. Paul mantuvo la suave presión de su mano en <strong>el</strong> vulnerable<br />

estómago de <strong>el</strong>la durante unos instantes; luego, de repente, la retiró y empezó a<br />

vestirse. Ella se sintió abandonada y también empezó a vestirse. De pronto, sin<br />

ninguna razón, en apariencia, se encontró a punto de ponerse a llorar, y su cuerpo<br />

le volvió a parecer d<strong>el</strong>gado y ligero en exceso. Paul le preguntó:<br />

—¿Cuánto tiempo hace que no te has acostado con un hombre<br />

Ella no supo qué decir. Se preguntaba: « ¿Quiere decir con George Pero<br />

George no cuenta; no le quería. Odiaba que me tocara».<br />

—No lo sé —contestó.<br />

Y al decirlo comprendió <strong>el</strong> sentido de las palabras de Paul: que había ido con<br />

él por hambre. Se puso escarlata, se levantó rápidamente, apartando la cara de su<br />

vista, y le dijo, con una voz que a <strong>el</strong>la misma le pareció horrible:<br />

—La semana pasada fue la última vez. Pesqué a uno en una fiesta y me lo<br />

llevé a casa. —Intentaba recordar las expresiones que empleaban las chicas de la<br />

cantina, durante la guerra. Se acordó y añadió—: Un buen bocado; no estaba mal.<br />

Luego subió al coche, cerrando la portezu<strong>el</strong>a de golpe. Él puso la manta en<br />

la parte trasera, se acomodó al lado de Ella y empezó la maniobra, hacia atrás y<br />

hacia d<strong>el</strong>ante, para sacar <strong>el</strong> coche de allí.<br />

—¿Eso es lo que haces habitualmente —preguntó él.<br />

Hablaba con calma, como a distancia. Ella pensó que, si bien hacía un<br />

momento sus preguntas eran personales, las propias de un hombre, ahora, en<br />

cambio, hablaba de nuevo como «<strong>el</strong> hombre sentado en la silla d<strong>el</strong> consultorio».<br />

Pensó que lo único que deseaba era volver a casa para llorar a solas. El acto<br />

amoroso lo r<strong>el</strong>acionaba ahora con los recuerdos de su esposo y con la repulsión de<br />

su cuerpo hacia <strong>el</strong> de George, pues espiritualmente le repugnaba aqu<strong>el</strong> hombre<br />

nuevo.<br />

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