09.02.2015 Views

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

el-cuaderno-dorado_dorislessing

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Son las ocho pasadas. Ha puesto sus manos sobre mis pechos. Me empiezan<br />

a arder los pezones, y tengo que dominar mi reacción.<br />

—Son las ocho.<br />

—Ay, Anna, ¿por qué eres tan hacendosa y eficiente por las mañanas<br />

—Más vale así —comento en tono ligero, aunque no se me escapa cierto<br />

tono molesto.<br />

—¿Dónde está Janet<br />

—Se ha ido a la escu<strong>el</strong>a.<br />

Aparta las manos de mis pechos, y yo me siento perversamente<br />

decepcionada de que no hagamos <strong>el</strong> amor, a la vez que aliviada porque si lo<br />

hubiéramos hecho habría llegado tarde, enojándose conmigo por <strong>el</strong>lo. Y,<br />

naturalmente, también siento resentimiento: es mi mal, mi carga, mi cruz. El<br />

resentimiento se debe a que ha dicho que soy «tan hacendosa y eficiente», cuando<br />

gracias precisamente a mi eficiencia y sentido práctico puede estarse dos horas<br />

más en la cama.<br />

Se levanta, se lava y se afeita, mientras yo le hago <strong>el</strong> desayuno. Comemos<br />

siempre en una mesa baja que hay al lado de la cama, con las sábanas estiradas ya<br />

hacia arriba. Tomamos café, fruta y tostadas; él es ahora <strong>el</strong> hombre profesional,<br />

que viste pantalón y chaqueta. Con los ojos bien abiertos, tranquilo, me observa.<br />

Sé que lo hace porque quiere decirme algo. ¿Será hoy <strong>el</strong> día que va a romper<br />

conmigo Recuerdo que es la primera mañana que pasamos juntos desde hace una<br />

semana. No quiero pensar en <strong>el</strong>lo porque no es probable que Micha<strong>el</strong>, que en su<br />

casa se siente como prisionero e incómodo, haya pasado las seis noches con su<br />

mujer. ¿Dónde habrá estado No siento precisamente c<strong>el</strong>os, sino un dolor apagado<br />

y agobiante, <strong>el</strong> dolor de haber perdido algo. Pero le sonrío, le doy una tostada, le<br />

ofrezco la prensa. Coge los periódicos, les echa una ojeada, y observa:<br />

—Si me pudieras aguantar dos noches seguidas, esta tarde tengo que dar<br />

una conferencia en <strong>el</strong> hospital de aquí al lado...<br />

Sonrío. Durante un momento intercambiamos bromas irónicas, pues durante<br />

años hemos estado juntos noche tras noche. Después cae en <strong>el</strong> sentimentalismo,<br />

parodiándolo al mismo tiempo:<br />

—¡Ay, Anna! ¿Ves como te has ido cansando<br />

Me limito a sonreírle: protestar no sirve de nada. Luego, él dice<br />

alegremente, imitando <strong>el</strong> tono d<strong>el</strong> seductor:<br />

—Cada día eres un poco más hacendosa. Todo hombre con un mínimo de<br />

sentido común sabe que cuando una mujer empieza a tratarle con eficacia, ha<br />

llegado <strong>el</strong> momento de irse.<br />

De súbito, me resulta tan doloroso seguir este juego, que digo:<br />

—Bueno, de todas maneras me gustaría mucho que vinieras esta noche.<br />

¿Quieres cenar aquí<br />

295

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!